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Muchas personas piensan que la pandemia en Estados Unidos se acabó, pero no se ha terminado. Si bien es cierto que, gracias a la campaña de vacunación del presidente Biden y su equipo, las muertes causadas por el COVID-19 han disminuido en un 90% en este país comparado a su pico en enero del 2021, de acuerdo con datos provisionales de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), el virus SARS-C0-V2 sigue matando a cientos de personas diariamente. Entérate lo que sucede en EE. UU. y en el mundo.

Si vemos la situación a nivel mundial, para el 17 de junio de 2021, este virus ha infectado a 177,983,948 personas de las que 3,851,895 han muerto. Y sólo en Estados Unidos, 34,366,709 se han infectado y 616,174 han fallecido. El número de personas que se han infectado en India es de 29,746,584 , de las cuales se han reportado 382,785 muertes, pero se estima que es muy posible que tanto los afectados como el número de muertes en India es mayor. En Latinoamérica actualmente, después de Brasil, Argentina parece ser el país más afectado, seguido por Colombia, México y Perú. 

Para las personas que dicen que la pandemia es una farsa o que ya pasó, más personas habían fallecido de COVID-19 para el 8 de junio del 2021 (1.9 millones) de las que fallecieron en todo el 2020. O sea, ha tomado menos de 6 meses en registrar el total de las muertes en todo el año pasado.

Se estima que más de la mitad de la población en EE. UU. ha recibido al menos una dosis de la vacuna contra el COVID-19. Entonces ¿quiénes están muriendo de COVID-19 en Estados Unidos? Como las vacunas se priorizaron para las personas de 75 años y luego de 65 años y mayores, las muertes en las personas de la tercera edad han disminuido significativamente. El 80% de este grupo ha recibido al menos una dosis, comparado con alrededor de la mitad de los que tienen entre 25 y 64 años. Lo que ha sucedido es que actualmente la mayoría de las hospitalizaciones han sido en personas menores de 65 años que no se han vacunado.

En el pico de la pandemia los que fallecían eran blancos y mayores de 75 años, ahora representan menos de una tercera parte. Hoy, la población de edad media de todas las razas representa la mayoría de los que mueren. Los hispanos y los afroamericanos se siguen vacunando con menor frecuencia que los blancos y los asiáticos. Los que no se vacunan tienden a no hacerlo por desinformación, por factores políticos o porque son poblaciones que tienen dificultad de acceso.

Entre los grupos que tienen dificultad de acceso a las vacunas están las poblaciones sin hogar, las poblaciones rurales, las poblaciones minoritarias y las poblaciones que no utilizan servicios médicos.

Los estudios en mujeres embarazadas y lactando que se han vacunado contra el virus del COVID-19 con las vacunas Pfizer y Moderna a base del RNA mensajero han demostrado la presencia de anticuerpos protectores contra el virus en el recién nacido y en la leche materna, sin efectos secundarios significantes para la madre o el bebé. Se siguen realizando estudios, pero la mayoría de los obstetras y pediatras recomiendan que las mujeres embarazadas y lactando reciban estas vacunas. La infección con este virus durante el embarazo puede causar COVID-severo, riesgo de requerir hospitalización y ventilación asistida y parto prematuro. Las ventajas de recibir la vacuna parecen ser mayores que las de sufrir la enfermedad. Los CDC recomiendan que hables con tu médico. 

Por cierto, aunque ninguna de las vacunas tiene nada que ver con la fertilidad, como existe el mito que dice que la vacuna contra el COVID-19 puede causar esterilidad, es importante aclarar que miles de mujeres que han recibido la vacuna se han embarazado y han tenido embarazos sin problemas. Así que puedes olvidarte de esa historieta. La vacuna no causa infertilidad.

En cuanto a los niños, sólo en Estados Unidos casi 4 millones de niños se han infectado con COVID-19 del inicio a mayo del 2021. Aunque las infecciones no son tan comunes como en los adultos, pueden desarrollar enfermedad severa, hospitalización y muerte. Pueden diseminar la enfermedad a otras personas (aún cuando tienen casos leves) y/o desarrollar síntomas que duren por varios meses. Por alguna razón se reportó un aumento en el número de hospitalizaciones en los adolescentes en marzo y en abril.

Recientemente se aprobó la vacuna para los chicos de entre 12 y 15 años (que es la Pfizer, dos dosis con un intervalo de tres semanas). Y los chicos están protegidos dos semanas después de la segunda dosis. Y se están haciendo estudios de seguridad y eficacia para vacunar a los niños de 6 meses en adelante. Se espera completar esos estudios para fin de año o principios del 2022. Mientras tanto, los niños menores de 12 años deben continuar manteniendo distanciamiento físico (de 6 pies o 2 metros), usando mascarilla (a partir de los 2 años) y lavándose las manos con frecuencia. Las actividades en exteriores son más seguras que las actividades en interiores y los eventos llenos de gente deben evitarse.

Aunque no existe una región extensa del país con COVID-19, todavía existen pequeñas áreas en el país que tienen tasas elevadas de mortalidad.

Recientemente el número de vacunaciones a nivel nacional a disminuido especialmente en el sur y el medio oeste. Por ejemplo, en doce estados, incluyendo Utah, Oklahoma, Montana, las Dakotas y Virgina del Oeste, las vacunas bajaron a menos de 15 vacunas por 10,000 residentes; y en Alabama, a sólo 4 vacunas por 10,000 residentes. 

Por otro lado, trece estados en las costas del este y del oeste ya han vacunado al 70% de los residentes adultos y otros 15 estados tienen más del 60% y probablemente alcancen la meta que espera el presidente Biden de que 70% o más de los adultos hayan recibido al menos una de las vacunas para el 4 de julio.

Aparentemente el descenso en las vacunaciones se inició a mediados de abril cuando se interrumpió brevemente la aplicación de la vacuna Johnson & Johnson para la evaluación de un efecto secundario que se presenta muy rara vez. Es más fácil que te caiga un rayo a que tengas el efecto secundario por esta vacuna.

De acuerdo con las encuestas, una tercera parte de los estadounidenses no están planeando vacunarse. Algunos tienen cierto grado de duda o desconfianza, otros piensan que la pandemia ya pasó en este país porque todo está abierto. 

Hay varios problemas, de acuerdo con los expertos de salud pública: Las personas que no están vacunadas y las personas que tienen su sistema inmunitario (o de defensa) bajo continúan siendo vulnerables al virus, y/o el virus podría resurgir en el invierno. Además, mientras el virus no se controle totalmente aquí y en el resto del mundo, existe la posibilidad de que el virus mute (cambie) y se creen variantes que sean más contagiosas y/o letales (mortales) y que sean resistentes (que no respondan) a la vacuna. 

Los casos por la variante delta (proveniente de India) que es mucho más contagiosa que la alfa (proveniente del Reino Unido que, actualmente es la más prevalente en EE.UU.) y que puede causar una enfermedad más grave están aumentando rápidamente. La variante delta representa más del 90% de los casos en el Reino Unido y 10% de los casos en Estados Unidos. Por el momento, las vacunas siguen siendo altamente efectivas para evitar la hospitalización. La clave es recibir las dos dosis cuando se requieren dos dosis. 

La oposición a las vacunas es tan vieja como las mismas vacunas. Cuando El Dr. Edward Jenner introdujo la primera vacuna en 1796, unos le llamaron un héroe y otros un charlatán. Pero gracias a él se logró controlar e incluso erradicar la viruela que causaba una serie de problemas de salud, incluyendo la muerte. Esta ha sido la única enfermedad viral que se ha logrado erradicar, pero, gracias a las vacunas, hemos logrado controlar una gran cantidad de enfermedades infecciosas en todo el mundo incluyendo la polio, las paperas, la difteria, la rubeola, el sarampión, la tosferina, la meningitis, el tétano, etc. Si existen brotes, generalmente es porque algunas personas o no se vacunan o no vacunan a sus hijos.

A pesar de la hostilidad de algunos contra las campañas de vacunación, afortunadamente, eventualmente son exitosas. Los intentos para quitarle validez a las vacunas en esta época en que el internet y los medios sociales permiten que las teorías conspirativas y la desinformación viajen más fácilmente está atentando contra la salud y la vida en esta pandemia. Esperemos que la evidencia del éxito que hemos tenido con las vacunas para controlar al virus del COVID-19 ayude a convencer a las personas que todavía tienen dudas que vacunarse los protege, protege a sus familias, a sus comunidades y son parte de la solución. 

Todos contamos con muchas libertades, pero también tenemos algunas responsabilidades. Cuando viajamos en avión tenemos que ponernos el cinturón de seguridad. Lo mismo sucede cuando conducimos un auto. El uso del cinturón de seguridad al conducir no garantiza que si tenemos un accidente automovilístico nos salvará la vida, pero las posibilidades de que nos salve la vida son más altas comparado a si no usamos el cinturón de seguridad. Que ocasionalmente el cinturón se puede atorar y en algunos accidentes eso puede ser un problema es cierto, pero esto es raro. Lo mismo se aplica en el caso de la vacuna. No garantiza en un 100% que nos protegerá contra el COVID-19. Pero sí nos protege en un porcentaje muy elevado y, si contrajéramos la infección, sería un caso mucho más ligero que probablemente no requiera hospitalización y que no falleceríamos. En cuanto a los efectos secundarios de la vacuna, en el 99.9% de los casos son muy ligeros y los beneficios de la vacuna son por mucho mayores que los riesgos de padecer la enfermedad o de los efectos adversos. 

En cuanto a la responsabilidad: Como una pandemia es la propagación de una enfermedad nueva a nivel mundial para la cual la mayoría de las personas no tienen inmunidad, para poder controlarla es importante que un porcentaje muy elevado de las personas (se ha calculado entre 70 y el 85%) tengan inmunidad, en este caso a través de la vacunación. Para poder erradicarla, se necesitaría que todos estuviesen vacunados. Existen muy pocas personas que, por razones médicas (alergia a los compuestos de la vacuna) no se pueden vacunar, o que se vacunan, pero porque su sistema de defensa está bajo (ya sea que tienen cáncer, mieloma múltiple u otra enfermedad) o que toman medicamentos que deprimen su sistema de defensa para tratar su enfermedad (por ejemplo, para artritis reumatoide) no pueden formar los anticuerpos aún cuando reciben la vacuna. Algunos son niños.

Si una persona que sí se puede poner la vacuna no se la pone y contrae el virus, puede contagiar a una persona que no se puede poner la vacuna o no puede formar anticuerpos. Esa persona vulnerable se puede morir. Esa es tú responsabilidad. Además, el afectado podrías ser tú o alguien en tu familia. Únete a la lucha contra el virus del COVID-19. Todos estamos juntos, contribuye con tu grano de arena a controlar la epidemia en todo el mundo.

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Imagen: ©Shutterstock / Halfpoint

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