Entre el consumo moderado de alcohol – que puede incluso brindar beneficios a la salud – y el alcoholismo (la adicción al alcohol) con todas sus consecuencias negativas, hay un amplio margen en el que caben patrones de conducta y hábitos malsanos que paulatinamente van acercando a la persona cada vez más al alcoholismo. Puede sucederle a un familiar, a un amigo o a ti mismo(a) y es importante que identificar las señales de aviso para liberarse a tiempo del peligro.
Las señales están ahí, pero la persona no puede o no quiere darse cuenta. “Total, qué más da un trago más”, “El alcohol no me domina”, “Bebo para calmar los nervios”, son algunas de las justificaciones o razones más comunes con las que trata de explicar un cambio de actitud cada vez más evidente. Ya no se trata de beber en un entorno social, o una copa de vino durante la cena. De un tiempo a acá bebe aisladamente, quizás a escondidas y su personalidad y relaciones con los demás han cambiado. Sin llegar al extremo de la dependencia total del alcoholismo, casi es alcohólico y cada día se acerca más.
No es fácil reconocer que algo anda mal, pero es absolutamente necesario para solucionar cualquier problema o situación crítica. Por suerte, hay señales que permiten identificar al “casi alcohólico”. Más que la cantidad de tragos (ya que la reacción física de cada individuo cuando bebe es diferente), y quizá varíe un poco dependiendo el tipo de bebida alcohólica que consuma (whisky, vodka, vino o cerveza), la diferencia realmente la determinan su hábitos en relación al alcohol.
Entre las señales que indican que existe un problema potencial con el alcohol se encuentran las siguientes:
Se bebe más de lo acostumbrado o se siente una necesidad de beber que no se experimentaba antes. Cuando se bebe en un contexto social, con los amigos, por ejemplo, se disfruta más la bebida que la compañía o la plática.
Los cambios en su estado de ánimo repercuten en las relaciones de familia, mientras que las resacas (crudas) y los dolores de cabeza pueden afectar el desempeño laboral, lo que genera más estrés y más necesidad de consumir alcohol. Una sola copa en la noche también puede afectar los patrones del sueño, lo que puede afectar el comportamiento, el apetito y a largo plazo, la salud general.
Desear tomar una copa no es malo, si es algo que nos agrada y nos hace sentir bien, especialmente en compañía de los amigos o en celebraciones especiales. Pero planificar la bebida y esperarla con ansia puede ser una señal importante de que la relación con el alcohol va en camino a la dependencia.
Tomar un trago de manera ocasional para sobrellevar un día malo, no es lo mismo que utilizar a la bebida como la única estrategia, o usarla con demasiada frecuencia, para ocultar la depresión, liberar el estrés, aliviar la ansiedad o superar el aburrimiento. ¿La llamada de alerta? Cuando lo primero que viene a la mente cuando la persona se siente triste, nerviosa o bajo estrés es: “Necesito un trago”.
La relación con los familiares y/o amigos cambia, inicialmente esos cambios pueden ser sutiles, pero tienden a agravarse con el tiempo. El alcohol puede ser el responsable de la falta de paciencia con el cónyuge o los hijos, la razón por la cual se les dedica menos tiempo y atención, por la que la persona se ausenta de eventos familiares o se retirar para esconderse a solas debido a la necesidad de beber.
¿Puedes identificarte con algunas de estas señales? Si es así, felicítate ya que se necesita mucho valor para admitir que eres un “casi alcohólico”. Ese es el primer paso. El segundo es ir cambiando poco a poco esos hábitos destructivos para superar la dependencia. Para lograrlo, puedes tomar los siguientes pasos:
No permitas que el alcohol y el alcoholismo arruinen tu vida, tus relaciones afectivas o tu trabajo. O que arruine la vida de un ser querido o la de ese amigo querido. Una vez identificado el problema, proponte cambiar y busca ayuda en caso necesario.
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