El trastorno del espectro autista (TEA) es una condición del neurodesarrollo que afecta en diversas medias, según el individuo, a las capacidades de comunicación e interacción social.
El autismo puede activar algunos prejuicios que tenemos implantados como sociedad. En este artículo, a propósito del día mundial de concienciación sobre el trastorno del espectro autista (TEA), intentaremos explicar un poco sobre que sucede en el cerebro funcional, que tiene los mismos componentes que todos, pero es diferente. Vida y Salud asistió a una charla de la Dra. Maria J Portella, investigadora en desórdenes psiquiátricos del Instituto de Investigación Biomédica Sant Pau (IIB Sant Pau), Barcelona, España quien es madre de un niño TEA y recientemente lanzó su libro “Autismo una inmersión rápida” en español e inglés.
A nivel mundial se estima que 1 de cada 100 personas tienen algún grado trastorno del espectro autista (TEA). En Latinoamérica no se han realizado estudios para calcular el número total, pero se piensa que son alrededor de 6 millones de personas con TEA. Mientras que en Estados Unidos ocurre en 1 de cada 36 niños.
Los prejuicios
En su inicio se definió a las personas como autistas, porque esto significa que están cerradas sobre si mismas:
Estas manifestaciones no ocurren en todos, solo en un grupo de personas.
“Al existir está idea cerrada de las personas TEA cuesta mucho que aquellos que lo tienen no se sientan diferentes, incomprendidos, ansiosos y aislados”, señala la Investigadora. Por ello es necesario romper estas ideas y entender las diferencias cerebrales que todos pueden tener, especialmente entre los TEA y los individuos neurotípicos ( que tuvo un desarrollo cerebral sin ninguna alteración, especialmente relacionado con TEA).
Actualmente, se define como una condición del neurodesarrollo, que afecta la comunicación social y habilidades de interacción. “Debe pensarse más bien como si fuera una rueda de color, donde cada persona puede tener mayor o menor desarrollo en sus capacidades de cognición, emociones, conductas y comunicación social, no es lineal”, comenta la Dra. Portella. Es más, ella señala que estas habilidades pueden cambiar en la vida. Todo esto dificulta el diagnóstico.
El desarrollo cerebral en autismo
Dos tercios se deben a la genética y sólo un tercio al ambiente. “La idea que se produce por una vacuna, por falta de cariño de los padres, o por la contaminación no son causas creíbles para el autismo. Aún no comprendemos sus orígenes totalmente”, señala la Dra Portella.
Una vez el cerebro se desarrolló totalmente en nuestra gestación, las neuronas se posicionan en el lugar que tendrán a lo largo de la vida, y se producen las conexiones neuronales (que seguirá ocurriendo toda la vida). Un paso final clave ocurre entre los 3 y 16 años, que se llama “poda neuronal”; donde se decide que caminos y conexiones se mantienen y cuáles deben ser desechados al no servir. Esto permite que se de preferencia a caminos rápidos para la actividad cerebral.
Entendiendo TEA desde la poda neuronal
“Existen alteraciones en la poda neuronal. Se produce muy poca en el autismo, lo que aumenta la carga de trabajo cerebral. Al tener un cerebro muy ramificado y poco especializado, cada señal que entra al cerebro se transforma en una bomba enorme de información”, comenta la investigadora.
El tamaño cerebral de las personas TEA durante la niñez y adolescencia mucho más grande que el normal, teniendo, por ejemplo, hasta 67% más neuronas en la zona prefrontal del cerebro.
Si lo miramos desde esta forma podemos entender porque hay dificultades con:
Un punto clave, especialmente para los adultos con TEA, es la toma de decisiones. Tomar una decisión implica:
“Actualmente, se define a la persona TEA según el nivel de apoyo que requiera, en un nivel 1 están aquellos que prácticamente no lo necesitan; y nivel 3 es totalmente dependientes”, señala la experta. Al ser un espectro, debemos mirarlo como una neurodiversidad y no como una enfermedad. No obligarles a cambiar su comportamiento, más bien adaptarnos y adaptarlos. “El cerebro autista funciona, pero hay que aprender a entenderlo”, cierra la investigadora.
Por Carlos Diego Ibáñez
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