Todo sobre las huellas digitales o dactilares

• Cada persona, y dedo, tiene una huella dactilar única que es técnicamente imposible que se repita nunca
• Las figuras se comienzan a formar en la semana 13 de gestación. El más leve cambio en el ambiente hará que su forma cambie; razón de su singularidad
• Existen tres patrones distintivos: espiral, lazo y arcos. Según cómo se muevan al formarse, dependerá cuál predominará
• Tiene utilidad para aumentar la capacidad de sentir las texturas, así como poder mejorar nuestro agarre
• Se ha utilizado por siglos como forma de identificación. Con las nuevas tecnologías de bases de datos, es posible identificar a cualquier persona en segundos

Si yo le pregunto, ¿Los gemelos son idénticos al nacer?, seguro me contestará que sí. Yo también lo haría, pero no es tan cierto. A simple vista, especialmente al nacer, es posible que no se vea mucha diferencia. Todo cambia si miramos sus dedos, porque es allí (igual que en el iris) donde empiezan las diferencias. Y no solo entre ellos, sino que con todos los humanos de la tierra: las huellas dactilares. Por eso es la forma de identificación segura más utilizada.

 “Es un gran ejemplo [las figuras de las huellas] de cómo pequeñas fluctuaciones pueden generar variaciones prácticamente infinitas en un patrón que parece todo igual”, resume el biólogo del desarrollo de la Universidad de Standford, Roel Nusse. Ni que lo diga, 1 en 64 billones de dedos son iguales. Considerando que han existido en toda la historia tan solo 117 mil millones de humanos, eso quiere decir que considerando que tenemos 20 dedos con huellas (pies y manos),  tendrían que existir 30 veces todos los humanos para que recién se repita uno. Además, nunca cambia, ni se regenera la huella a lo largo de la vida, por eso tenemos esas líneas rectas en las yemas.  

Todo comienza en el vientre materno

A la semana número 13 de la gestación es el turno de la formación de los dedos y de las crestas papilares (las rugosidades que forman los dibujos de las huellas). Al ser los gemelos clones genéticos sus instrucciones para realizar todo en el cuerpo son idénticas, incluidas las características más generales de las crestas. Por eso, los familiares tienen ciertos patrones similares, pero nunca iguales. Esto es porque el ambiente hace toda la diferencia:

• Un cambio en la posición a la hora de ir formando las crestas hará que sea levemente distinto
• Una línea que es recta en uno de los gemelos, pero que se divide en dos en el otro
• Esto no solo ocurre en las huellas dactilares. Son los pequeños cambios ambientales en la vida lo que hace que en la adultez los gemelos dejen de ser tan idénticos

Las huellas dactilares, o dermatoglifos, se desarrollan a partir de tres patrones, o líneas, diferentes (que puedes ver acá):

• Círculos concéntricos llamados “espirales”. Parece como si tuviéramos un huracán. Se producen desde nuestra yema en el centro del dedo.
• Curvas o lazos que son como un espiral, pero un lado se alargó desde la falange al centro. Se forman desde la uña hacia abajo.
• Arcos con forma triangular que asemejan a una carpa, el tipo más simple que se forma desde la falange del dedo.

“Cada línea se mueve como ‘olas’”– señala Denis Headon, genetista Británico- la velocidad y ritmo de avance definirá cuándo choquen unas con otras. Y eso hará toda la diferencia generando puntos que se asemejan a un triángulo”. En general se forma una de las 3 huellas características:

• Si la yema es sobresaliente y está en el medio, con un crecimiento rápido, seguro que se formará una huella con un espiral principal. Que lo tiene el 30% de la población
• Si la yema es baja, con un dedo más rectangular que cuadrado, se formará el lazo pieza central. Muy común en la población mundial con 7 de cada 10 dedos así
• Si las crestas demoran en producirse por alguna razón, lo más probable es que tendremos arcos, con un triángulo en el centro. Muy raro con 5 de cada 100 dedos

¿Por qué los tenemos?

Ha existido mucho debate sobre la razón evolutiva de tener huellas dactilares, pero en general se ha encontrado que tiene dos usos principales y uno que nos ha servido a nosotros como humanidad para reconocernos entre nosotros:

• Tacto: Los dedos y labios, a diferencia de la espalda, tiene la mayor cantidad de sensores para el tacto, especialmente relacionado con la textura y que tan pegajoso es algo (en terminales nerviosos, los genitales, especialmente el clítoris tiene muchos más). Por esa razón ocurren estos graciosos videos. Las crestas y valles de las huellas dactilares ayudan a sentir estas diferencias.
• Agarre: Las huellas dactilares se forman en un tipo de piel muy especial; aquella que no tiene folículos de pelo, en las palmas, dedos y pie. Este tipo de piel la compartimos con especies de animales que escalan árboles, como los koalas y simios. Los dermatoglifos, entonces, permite tener un mejor agarre, ya que al tener tanta sensibilidad y pequeñas ‘irregularidades’ en los dedos, podemos saber cuánta fuerza necesitamos para sostener algo o afirmarnos.
• Identificar a una persona: Desde hace más de 2000 años que usa el patrón único dactilar de cada persona para identificarla. Previo al descubrimiento del ADN, se utilizaban las huellas dactilares incluso para reconocer algunos defectos genéticos, el grupo étnicos al que la persona pertenece y hasta su sexo (en mujeres los surcos están más juntos que en hombres). Los arqueólogos y forenses en algunos casos lo siguen utilizando al ser más rápido que un test genético.

El uso de la huella dactilar como identificador personal “es mucho más seguro que utilizar una contraseña; esta se puede perder o la podemos olvidar, pero la huella no”, señala Craig Valli, experto en ciber-seguridad de la Universidad Edith Cowan en Australia. Por eso está en nuestras identificaciones nacionales e incluso en muchos celulares se puede desbloquear con este proceso biométrico. Ya es un estándar y con las bases de datos, podemos ser reconocidos en todo el mundo. ¿Sabías que la primera técnica de identificación de personas mediante las huellas fue puesta por primera vez en práctica por un argentino?

 

Por Carlos Diego Ibáñez
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