Hay un dicho que es muy cierto: “los años no vienen solos”. Y ciertamente, ¿quién no quisiera detener el paso del tiempo? A medida que envejecemos, el cuerpo comienza a deteriorarse y las molestias se hacen sentir. Algunos tienen problemas en la vista, otros en los oídos, en la resistencia física o en la salud del corazón, entre otros.
Lamentablemente, no hay forma de frenar este avance, pero sí podemos cuidar nuestro cuerpo para mantenerlo mejor preparado para recibir los efectos del paso del tiempo. Hay muchas cosas que puedes hacer, pero nombrarlas a todas en un solo artículo sería imposible. Por eso, aquí nos dedicaremos a algo que muchas veces queda en el olvido: la boca y los dientes, que no sólo nos permiten alimentarnos bien sino también comunicarnos y hacernos entender.
El envejecimiento puede producir cambios en la estructura y en el funcionamiento de la boca, que lleven a la pérdida de los dientes o a que los dientes se deterioren, acompañado de sequedad de boca, pérdida del gusto y otros trastornos.
Entre las enfermedades de la boca más comunes se encuentran las caries (una enfermedad infecciosa que provoca la pérdida de la estructura del diente) y la enfermedad periodontal (que afecta los tejidos de soporte y la protección del diente, incluidas las encías). Estas condiciones son responsables, en la mayoría de los casos, de la pérdida de los dientes en los adultos mayores.
Además, los adultos suelen tener otras enfermedades crónicas que pueden afectar a la boca, como la diabetes, la presión alta o hipertensión, la osteoporosis, alteraciones en el hígado, insuficiencia renal, alteraciones visuales, motoras y/o de origen mental y cuadros que provoquen algún grado de inmunosupresión (es decir, que eliminan o disminuyen las funciones del sistema inmunológico, o sea, el sistema de defensa del cuerpo).
A esto se suma que, muchas veces, los medicamentos que los adultos mayores deben tomar para controlar estas u otras enfermedades también pueden afectar a largo plazo la salud de la boca. Algunos provocan una disminución del flujo salival (la cantidad de saliva) o xerostomía, por ejemplo, como ciertos analgésicos (medicinas para el dolor), antidepresivos, antihistamínicos, antipsicóticos, antihipertensivos, anticolinérgicos y derivados de los alcaloides opiáceos.
¿Son muchas cosas que debes tener en cuenta, verdad? Es importante que las conozcas para que puedas hablar con tu médico y con tu dentista (odontólogo).
Además, hay varios cuidados que los adultos mayores (o sus cuidadores) pueden tener para evitar el desarrollo de enfermedades en la boca o para mantenerlas bajo control. Incluyen los siguientes:
Por último, ten en cuenta que los adultos mayores también pueden sufrir de aftas o de otras molestias en la boca. Por eso, además de los controles periódicos recomendados, es importante que consultes a tu odontólogo si tienes dolor, si te aparecen manchas o algún bulto extraño, si las aftas son recurrentes, si crees que tienes caries o tienes problemas para morder, así como si tienes cualquier duda.
Muchas veces los tratamientos odontológicos pueden ser muy costosos. Si exceden tus posibilidades, no te avergüences y habla con tu dentista para ver si es posible que te ofrezca un tratamiento más accesible. O quizá te pueda referir a otro sitio en donde te lo puedan realizar. En Estados Unidos las escuelas de odontología frecuentemente pueden proporcionar la mayoría de los tratamientos a un costo más razonable ya que los estudiantes están supervisados por los profesores.
Siempre hay algo que se puede hacer para cuidar la salud de tu boca. Es mejor prevenir que remediar. Aprende a cuidar tu salud oral, así no sólo evitarás molestias innecesarias sino que también podrás seguir disfrutando de tus comidas preferidas y luciendo una bonita sonrisa, a cualquier edad.
Imágen © iStockphoto.com / Diana Lundin
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