En ocasiones, algunas personas que no son celíacas ni tampoco alérgicas al trigo reducen la ingesta de gluten porque creen que es la causa de sus síntomas gastrointestinales. Una reciente investigación internacional, llevada a cabo por la Universidad de Leeds (Reino Unido), la Universidad de Maastricht y la Universidad y Centro de Investigación de Wageningen (Países Bajos), ha observado que podría haber un efecto psicológico llamado nocebo (la anticipación negativa a una sustancia o tratamiento, lo contrario que el efecto placebo) en la sensibilidad al gluten por parte de estas personas. Es decir, que la mera idea de estar ingiriéndolo causa más síntomas en quienes creen ser sensibles a él.
El estudio, publicado en la prestigiosa revista científica The Lancet Gastroenterology & Hepatology, se realizó en participantes de entre 18 y 70 años con sensibilidad al gluten no celíaca. Esta condición consiste en que las personas experimentan síntomas gastrointestinales después de consumir gluten, a pesar de no tener enfermedad celíaca ni alergia al trigo.
Los participantes, que seguían una dieta sin gluten durante al menos una semana antes del estudio, fueron asignados aleatoriamente a uno de cuatro grupos. Consumieron pan de avena con gluten o sin gluten según las expectativas y la realidad de la ingesta. Los resultados mostraron que la combinación de expectativas y la ingesta real de gluten tuvieron el mayor impacto en los síntomas gastrointestinales, sugiriendo un efecto nocebo. Sin embargo, no se descarta un efecto adicional del gluten en sí.
El artículo concluye que, a pesar de la creencia generalizada en la sociedad actual sobre los efectos negativos del gluten, la relación entre las expectativas y la ingesta real podría tener un papel crucial en los síntomas reportados por aquellas personas con sensibilidad al gluten no celíaca. Además, se enfatiza la importancia de un enfoque integral que considere tanto los aspectos psicológicos como los biológicos en el manejo de la sensibilidad al gluten no celíaca.
El Dr. Javier Molina, médico adjunto del Servicio de Aparato Digestivo del Hospital San Pedro de Alcántara (Cáceres), ha indicado en declaraciones al Science Media Center de España que, “el estudio cumple con el estándar de calidad más alto y metodológicamente es incuestionable, con un tamaño muestral mucho más amplio de lo habitual y con unas dosis de gluten (cuatro rebanadas de pan en dos comidas) suficientes”.
A su juicio, existe suficiente evidencia científica sobre la importancia del efecto nocebo en las intolerancias alimentarias y en los pacientes con trastornos del eje cerebro-intestinal (síndrome de intestino irritable o patología funcional, en sus denominaciones menos modernas y eufemísticas). “Los resultados de este estudio están en línea con esta evidencia, subrayando la importancia del efecto nocebo (expectativas negativas) como cocausante de síntomas habituales en la mitad de los pacientes con sospecha de intolerancias alimentarias”.
Para este experto, la principal novedad de este estudio no es solo subclasificar a los pacientes según si se les había dado gluten o no, sino según si sus expectativas de presentar síntomas al consumir gluten eran altas o bajas.
“Observan cómo la expectativa junto con la ingesta de gluten es la principal fuente de síntomas en las 12 primeras horas de la ingesta de gluten y que estos síntomas son mayores tras la comida que tras el desayuno (en el desayuno solo hay una exposición a gluten/nocebo, en la comida se repite el estímulo previo del desayuno por segunda vez en ocho horas). En un problema tan extraordinariamente complejo y multifactorial como los trastornos del eje cerebro-intestino, el efecto nocebo (además de los alimentos, la microbiota o las enfermedades del tubo digestivo) puede ser un cocausante de síntomas con los alimentos”.
El Dr. Molina considera que estos resultados aportan evidencia científica sólida para apoyar la importancia de la terapia psicológica con la intención de corregir expectativas y creencias erróneas en el tratamiento multidisciplinar de los trastornos del eje cerebro-intestino.
Por Karla Islas Pieck
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