Cada día nos llega de todas partes información, ideas y conceptos. Estímulos que están dentro y fuera de nuestro cuerpo. Nuestra familia tiene ciertas expectativas sobre nosotros y también nuestros amigos. Además, las revistas, redes sociales y otros medios nos bombardean con información todo el tiempo. Esto puede ser agobiante. Hay millones de personas en todo el mundo que se ven afectadas por trastornos ligados directamente con la comida, que se sabe tiene estrecha relación con nuestros genes, pero también con el entorno que nos rodea. El 30 de Noviembre es el día internacional de la Lucha contra los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA). Vamos a quitarnos algunos mitos…
¿Qué es un trastorno de la alimentación?
De acuerdo a la Organización Mundial de la salud (OMS) un trastorno de la alimentación se caracteriza por irregularidades en los hábitos alimentarios. Estos trastornos usualmente están caracterizados por la preocupación excesiva por la imagen y/o el peso corporal. Además, este problema tiene la tasa de mortalidad más alta de todos los trastornos mentales, según el NIH.
La Dra. Araceli Aizpur es directora de la Fundación Ellen West, organización mexicana sin fines de lucro que asiste y rehabilita a personas que padecen de TCA. En conversación con Vida y Salud explica que, de acuerdo al manual de diagnóstico y estadística de desórdenes mentales (guía definitiva de la Asociación Americana de Psiquiatría y conocido también por las sigas DSM5), se definen dos trastornos que son enfermedad:
Para muchos profesionales, incluida esta experta, hay otros que deben ser considerados, dado que reúnen todas las características de una enfermedad:
“La desnutrición tiene efectos que son muchas veces irreversibles. En el caso de las personas con TCA, el cerebro necesita con urgencia energía, y lo consigue alimentándose de los órganos. El corazón se reduce a su mínima expresión, quedando del tamaño de un limón. En las mujeres, no hay menstruación que es cuando se fija el calcio a los huesos. Por lo tanto, si no hay calcio en el periodo de crecimiento, quedarán vulnerables a fracturas por siempre”, sentencia la Dra. Aizpur.
A eso se le suma el efecto que tiene en todo el sistema digestivo el hecho de vomitar continuamente. El ácido estomacal puede generar úlceras en el esófago, boca y termina destruyendo los dientes. Lo mismo sucede con los laxantes, que eventualmente hace que el cuerpo se acostumbre a sus efectos.
Situación en Latinoamérica
En la experiencia de la Fundación Ellen West, el 80% de los pacientes son mujeres y la edad está cambiando mucho, cada vez son más jóvenes los pacientes que se atienden. “En la pandemia empezamos a recibir niños de 8 o 9 años con anorexia severa”, nos comenta.
También conversó con Vida y Salud la Dra. Mabel Bello y la Lic. Fernanda González, ambas de la Fundación argentina contra la lucha de la bulimia y anorexia (ALUBA). Ellas corroboran lo señalado: “Notamos en estos últimos tiempos un aumento en hombres de anorexia y bulimia. Hace un par de años era el 10 por ciento, ahora es casi un 20 por ciento”.
Salvo estas miradas de primera mano, investigaciones en Latinoamérica sobre TCA hay muy poco. Pero hay algunos datos que nos pueden posicionar en como se vive este problema en la región:
Mientras antes mejor
Estas enfermedades son multifactoriales. “Hay un gran mito sobre la idea que poner la autoestima en el cuerpo muy delgado es la causa de la anorexia, por ejemplo, -menciona la Dra. Aizpur- y eso no es así. Esto es como una planta, si le das todos los componentes necesarios, crecerá. En este caso, se desencadenará la enfermedad”.
Ella hace mucho hincapié en que estos trastornos son una enfermedad psicológica y física: “¿Por qué muchas veces los expertos solo trabajan lo físico sin mirar los psicológico? Esto asegura una recaída o que se intensifique el trastorno”:
Por ello, la Dra. Aizpur sugiere que la primera señal de alerta es que una persona perfeccionista quiere empezar a hacer lo mismo con su cuerpo. Este se podría considerar un factor de alto riesgo para que se desarrolle un TCA.
Por su parte, Camila Montecinos, máster en educación y profesora de secundaria por más de 10 años, señala que “los cuidadores muchas veces se empiezan a desligar de los hijos cuando tienen 12-13 años. Si comen en la escuela, generalmente les envían dinero y no comida. Eso hace que los niños coman cuando quieren, o no lo hagan. Me ha pasado muchas veces que niñas no quieren comer, porque sus amigos idealizados no comen”.
La Dra. Aizpur añade que “el rasgo que tiene en común con la adicción es la negación: todos se dan cuenta menos el paciente y su familia. Nos interesa que la familia acepte que hay un problema y nosotros los expertos podremos trabajar con la persona. Debemos romper la complicidad del silencio”. El tiempo promedio que transcurre antes de que una persona con TCA sea diagnosticada y tratada es de 7 años. Todos estos años sufriendo en silencio, tiempo que podemos acortar entre todos si estamos pendientes tanto a los factores de riesgo como a los primeros signos de alerta.
Por Carlos Diego Ibáñez
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