El 5 de junio de 1981 el Centro para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos alertaba por primera vez de cinco casos de una extraña neumonía en hombres homosexuales previamente sanos tratados en Los Ángeles. Meses después de esta alerta, otros casos de sarcoma de Kaposi e infecciones oportunistas en hombres sanos que practicaban sexo con otros hombres aparecían en California y Nueva York. Eran los inicios de una patología, de evolución rápida y mortal, que pronto empezaría a detectarse en otros países, el síndrome de inmunodeficiencia adquirida o sida, causada por el virus de inmunodeficiencia humana (VIH), que no sería identificado hasta 1983.
Desde entonces la enfermedad se propagó de forma imparable por todo el mundo, sobre todo en los primeros años cuando se desconocía la forma de transmisión y no se hacían pruebas de los productos hemoderivados. A principios de los noventa, la infección por VIH llegó a ser la primera causa de muerte en personas de entre 20 y 40 años. Afortunadamente el desarrollo de medicamentos antiretrovirales logró reducir de forma significativa las tasas de mortalidad, pero todavía sigue siendo un importante problema de salud pública.
Actualmente hay cerca de 40 millones de personas en el mundo que viven infectadas por el VIH. Se calcula que solo un 75% tiene acceso al tratamiento con antirretrovirales, según datos del programa contra el SIDA de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). En los últimos años se producen 1,5 millones de infecciones y cerca de 700.000 muertes al año aproximadamente.
En el 2018, casi 38.000 personas recibieron el diagnóstico de infección por el VIH en Estados Unidos, reduciéndose en el periodo de 2014 a 2018 un 7% de los diagnósticos entre adultos y adolescentes. Sin embargo, en América Latina el número de nuevos casos de infección por el VIH registró un incremento del 21% del 2010 al 2019, de acuerdo con información dada a conocer por la Organización Panamericana de la Salud (OPS). Entretanto, las muertes por enfermedades relacionadas con el sida disminuyeron el 8% en el último decenio en América Latina y un 37% en el Caribe.
A diferencia de las ideas preconcebidas en los años 90, el VIH no se transmite por el contacto rutinario, es decir, es intransmisible por tomarse la mano, tocar a otra persona o por compartir el baño. Se trata, de hecho, de un virus que se transmite por contacto de fluidos: sangre, esperma, flujo vaginal o leche materna, que ingresan en el organismo a través de mucosas o heridas.
Existe riesgo de transmisión por:
Formas de evitar el contagio
Cualquier persona puede contraer la infección por el VIH; sin embargo, puedes tomar medidas de protección como:
En el siguiente artículo hablaremos sobre qué tan cerca estamos de encontrar una cura para el sida.
Por Miguel Ramudo
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