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La atención y el vínculo que establezcas con tu médico pueden ser parte del éxito del tratamiento. Aquí te contamos algunos aspectos que deberías tener en cuenta a la hora de elegir a tu oftalmólogo y algunas preguntas que no deberías dejar de hacerle durante la primera cita.

Cada vez que vas al médico establece y fortalece una relación con el profesional que está al cuidado de tu salud.  La manera en que recibes el cuidado y la atención puede formar parte del éxito o el fracaso de tu tratamiento. Por eso, buscar al médico o especialista que se ajuste a tus necesidades y expectativas no es sólo cuestión de mirar en la lista de profesionales que trabajan en un seguro de salud o en un centro de atención, y mucho menos el que tenga la publicidad más atractiva. (Aquí puedes ver nuestra guía de especialistas por condición.)

Esto se aplica para todo tipo de profesionales, incluido el que se ocupará de la salud de tus ojos. Por eso, aquí encontrarás algunos aspectos que deberías tener en cuenta a la hora de elegir a tu oftalmólogo u oftalmóloga y algunas preguntas que debes hacerle durante la primera cita.

Si todavía no tienes un oftalmólogo o no sabes con quien atenderte, puedes pedir ayuda y referencias a:

  • Familiares y amigos, que pueden compartir su experiencia con los oftalmólogos o con los centros de salud visual que ellos han consultado.
  • Tu médico general o el de alguna otra especialidad con quien ya te atiendas y a quien le tengas confianza, que posiblemente conozca y pueda recomendarte algún oftalmólogo que trabaje en tu área o en tu ciudad.
  • En el departamento de oftalmología u optometría de un hospital local o de un centro médico universitario. También puedes llamar a la asociación oftalmológica u optométrica en tu localidad, que podrán darte referencias de los profesionales que atienden en tu zona.
  • Luego, comunícate con tu seguro médico y averigua cuales son los oftalmólogos que participan en tu plan de salud o en qué centros tienes cobertura para atender cuestiones relacionadas con la vista.

Una vez que lo hayas elegido, tal vez te sirva anotar algunas preguntas que no querrás olvidarte de hacer durante la primera cita. Por ejemplo:

  • ¿Cuál es mi diagnóstico? ¿Qué es lo que me está provocando el problema que tengo en la vista y qué lo causó?
  • ¿Puede afectar mi visión ahora y/o en el futuro, debo estar atento a la aparición o evolución de algún síntoma en particular y avisarle si ocurre?
  • ¿Debo cambiar algo en mi estilo de vida?
  • ¿Cómo puedo tratar este problema?, ¿cuál es el tratamiento que debo seguir?
  • ¿Cuándo debo empezar mi tratamiento y cuánto tiempo durará?
  • ¿Cuáles son los beneficios y cuáles los riesgos y efectos secundarios asociados a este tratamiento?
  • ¿Hay alguna comida, medicamento o actividad que debo evitar mientras esté siguiendo este tratamiento?
  • ¿Qué debo hacer si se me olvida tomar una dosis? (en el caso de que tu tratamiento incluya tomar medicinas)
  • ¿Debo hacerme algún tipo de examen?, ¿qué resultados debo esperar de estos exámenes?
  • ¿Tengo que hacer algo en particular para prepararme para alguna o varias de estas pruebas?
  • ¿Qué efectos secundarios o riesgos tienen estos exámenes?
  • ¿Necesitaré más pruebas en el futuro?
  • ¿Hay otros tratamientos disponibles?

Ahora bien, recuerda que ninguna de estas preguntas sirve en absoluto si tú no entiendes las respuestas. A veces, sin darnos cuenta, los médicos usamos términos difíciles que los pacientes no conocen o no entienden. Entonces, no te avergüences y vuelve a preguntar, pregunta y pregunta hasta que te quede en claro qué es lo que tu médico o el profesional de salud que te esta atendiendo te está diciendo, para poder saber qué es lo que te está pasando y cómo debes actuar cuando salgas del consultorio.

Esto es fundamental ya que, así como es importante la atención del profesional, de igual modo es esencial la participación activa que tengas tú para cuidar y mejorar tu salud. Te puede ayudar anotar las recomendaciones que te haga el médico, para no olvidarte tan pronto llegues a tu casa, o pídele a un amigo o a un miembro de tu familia que te acompañe y lo haga por ti.

También puedes pedirle a tu oftalmólogo que te dé las instrucciones por escrito, y si te dice que tienes alguna enfermedad en particular, pídele algún folleto informativo o que te diga en dónde puedes obtener más información confiable para aprender más sobre ella.

Si el problema es que no terminas de comprender el idioma en el que habla tu médico, pregúntale adónde puede obtener más información en tu propio idioma o si hay algún otro profesional en la oficina que pueda ayudarte para que entiendas. A veces, hay otros profesionales como los farmacéuticos que tal vez hablen tu idioma y también puedes preguntarles, una vez que salgas del consultorio (obviamente esto no es lo ideal).

Así, cada cual pone lo suyo en esta relación médico-paciente, y el vínculo se volverá cada vez más fuerte: el médico debe ofrecer su experiencia, compartir sus conocimientos y brindarte todo el asesoramiento que necesites, y tú -como paciente- debes tener siempre presente que se trata de tu propio cuerpo y que no existe una cura milagrosa, por el contrario, la medicina puede ayudarte a sanar y sentirte bien, pero la forma en que te cuides, tus hábitos y tus acciones, todos pueden afectar y son fundamentales para recuperar y mantener una buena salud.

 

Imagen © iStock / PhotoBeaM

Actualización de un artículo originalmente publicado en el 2013.

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