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Ese debe ser el lema de las personas que tienen a su cargo la responsabilidad de atender las necesidades de una tercera persona, ya sea un niño o un anciano, esté saludable o enfermo o con necesidades especiales. ¿Qué pasa si extraes continuamente dinero de tu cuenta de ahorros y nunca depositas nada? ¿Pronto llegas a cero, no es cierto? Lo mismo sucede con nuestras reservas de energía: si no se reponen, se acaban. Si éste es tu caso, tienes en tus manos una labor hermosa y noble, pero tremendamente exigente. Aquí te ofrecemos algunos consejos para que siempre tengas fuerzas para llevarla a cabo.

La mamá de Berta le recuerda constantemente: “Si no te cuidas y te pasa algo, ¿quién va a ocuparse de tus hijos? ¿Ya fuiste a tu chequeo médico?” Y aunque Berta se molesta porque claro, ya es adulta y sabe bien lo que hace, en el fondo admite que su madre tiene toda la razón. Sale del paso con: “Hoy estoy muy ocupada. Mañana sin falta saco el turno”. Y así queda todo…para más adelante.

Antonia, por su parte, está al cuidado de su padre, ya muy anciano y en silla de ruedas. Ella lo atiende amorosamente, le prepara todas las comidas, se ocupa de sus medicinas, y vive totalmente dedicada a él, sin salir casi de la casa. Al final del día, Antonia queda agotada y desde hace un tiempo se siente sola y deprimida. Se calcula que sólo en los Estados Unidos, por ejemplo, hay unos 30 millones de hogares como el de Antonia, en los que se cuida a un adulto de más de 50 años. Y esta cifra, según se estima, se duplicará en los próximos 25 años.

Aunque Antonia y Berta realizan un magnífico trabajo, cometen un gran error al olvidarse de sí mismas y colocarse al final de la fila.  ¿Estás en una situación similar?  Entonces, prueba lo siguiente:

  1. Practica la regla de oro: solamente podemos dar de lo que tenemos. Así que si no tienes ni amor ni tiempo para ti, ¿qué piensas darle a los demás? No se trata de egoísmo sino un principio básico que te ayudará a cambiar de perspectiva.
  2. Se realista: eres maravillosa, pero no eres la mujer maravilla. No intentes hacer más de lo que puedes. A la larga, no funciona.
  3. Crea un plan de acción inteligente: esto implica establecer prioridades. No puedes dedicarte a cuidar un bebé, un enfermo, un inválido o una persona de edad y tener la casa reluciente de arriba abajo al mismo tiempo.  Organiza bien las responsabilidades de cada día para que puedas dedicarte diariamente unos minutos a ti mismo(a) para leer, escuchar música o ver un programa por televisión que te guste mucho.
  4. No descuides tu salud: esto implica visitar a tu médico para tus chequeos periódicos, tomar diariamente los medicamentos que necesites y por supuesto,  alimentarte bien. ¡No se te ocurra saltarte el desayuno!  Evita comer por gusto para aliviar la ansiedad o el aburrimiento. Una solución es no adquirir alimentos chatarra y mantener en casa un buen surtido de frutas, yogur o frutos secos que te calmen el hambre de forma más saludable.
  5. Ojo con el descanso y el ejercicio: ambos son vitales para mantener un buen nivel de energía. Y ya sabes que la necesitas ¡a granel! Si dispones de poco tiempo para el ejercicio, no tienes ni que salir de casa. Puedes practicar aeróbicos, o hacer Pilates frente al televisor con un DVD de ejercicios. Vienen en todos los niveles (desde principiantes a expertos) y en muchas categorías, desde yoga hasta zumba.
  6. Pide ayuda o delega todo lo que puedas: ¿hay algún vecino o familiar que pueda darte una mano?  Si alguien puede relevarte durante unas horas a la semana, aprovecha ese tiempo para recargar tus baterías dedicándolo a algo que te entusiasme o te haga sentir mejor (ir al cine, al salón de belleza, ir a cenar con amistades).
  7. No te aísles: es importante que tengas una red de apoyo emocional (familia, amigos, la pareja) a quienes puedas confiar tus sentimientos y compartir tanto las satisfacciones como los problemas que puedan presentarse.
  8. Infórmate sobre los recursos comunitarios disponibles: si estás cuidando a un enfermo crónico o a una persona con necesidades especiales, consulta con tu médico o tu seguro de salud para que te refieran o te pongan en contacto con las organizaciones que pueden ayudarte. También existen organizaciones religiosas y otras sin fines de lucro en la comunidad que podrían ser de ayuda.

¿Qué tal si no eres tú sino una amiga, un vecino o familiar el que está en esa situación?  Hay mucho que puedes hacer para ayudarlos:

  • Ofrécete para realizar algunas tareas (recoger medicamentos de la farmacia, comprar algo que necesiten del supermercado), o relevarlos durante unas horas para que puedan disfrutar de algún tiempo libre.
  • Llévales comida ya preparada para quitarles la carga de la cocina durante un día.
  • Invítalos al cine en su propia casa: alquila una película y véanla juntos. Te agradecerán el entretenimiento y la compañía.
  • Si no te alcanza el tiempo para visitas, llámalos por teléfono o envíales una postal cariñosa. Es importante que sepan que no están solos y pueden contar contigo en caso necesario.
  • Envíales de regalo una suscripción a una revista, grábales un CD con su música favorita o llévales un libro interesante para proporcionarles esparcimiento.

En cualquiera de los casos, recuerda que estás realizando una labor que requiere energía, buen ánimo y paciencia y que los que están a tu cargo necesitan tu comprensión y tu amor.  Nada de eso puedes darles si no te cuidas primero a ti mismo(a).  No lo olvides.

Imagen © iStockphoto.com / Lisa Eastman

 

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