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ESTIMADA MAYO CLINIC: Un estudio nuevo indica que una dieta baja en grasa ofrece pocos beneficios para la salud.  ¿Están ustedes de acuerdo?

RESPUESTA del Dr. Donald D. Hensrud, Endocrinología, Mayo Clinic Rochester en Minnesota, Estados Unidos:

Como en muchos temas sobre la salud, este es un asunto complicado.

Si bien el organismo necesita algo de grasa para funcionar adecuadamente, puesto que ésta constituye una fuente básica de energía y un nutriente importante, demasiada grasa, o una cantidad excesiva de cualquier alimento, puede impactar negativamente en la salud. El ingerir grandes cantidades de alimentos con un alto contenido de grasa añade un exceso de calorías, que puede llevar a ganar peso y a la obesidad. Un gramo de grasa contiene más del doble de calorías que un gramo de proteína o carbohidratos. Además, el consumir mucha cantidad de algunos tipos de grasa, como las grasas saturadas o transaturadas, puede aumentar el riesgo de contraer la enfermedad arterial coronaria.

El estudio al que usted hace referencia fue financiado por los Institutos Nacionales de Salud y se publicó en la edición de febrero de 2006 de la revista de la Asociación Médica Americana.  El estudio, en efecto, llegó a la conclusión de que en dos grupos de mujeres posmenopáusicas (casi 49.000 en total que recibieron seguimiento durante ocho años), el grupo asignado al azar a una dieta baja en grasa no presentó mejores tasas para cáncer de mama, cáncer colorrectal ni enfermedad cardiovascular, comparado con las mujeres que mantuvieron sus hábitos alimenticios regulares.  Estas noticias causaron bastante revuelo en todo el país y en el mundo; y muchas personas, sin duda, empezaron a preguntarse si su esfuerzo por ingerir menos hamburguesas con queso y patatas fritas fue en vano.

Aunque los resultados del estudio son creíbles, es preciso cualificarlos.  Por un lado, no se hizo distinción alguna entre los tipos de grasas.  La dieta empleada en el ensayo estuvo dirigida a limitar todo tipo de grasas, tanto nocivas como saludables.  Además, el grupo de alimentación baja en grasa debía reducir la ingesta total de grasa a 20 por ciento de las calorías diarias, pero el grupo estuvo muy lejos de cumplir con esa meta.  El promedio final fue de 29 por ciento, no demasiado diferente al del grupo de control que consumió un promedio de 37 por ciento.  Igualmente, al grupo de alimentación baja en grasa se le pidió aumentar el consumo de frutas y verduras, pero el grupo tampoco llegó muy lejos en cuanto a ese objetivo.  Asimismo, algunos observadores señalaron que el período de ocho años del estudio podría no haber sido lo suficientemente largo como para detectar diferencias apreciables.

Se podría debatir interminablemente sobre las supuestas fallas del estudio informado en JAMA, pero el punto fundamental, que éste no tomó en cuenta, es que no todas las grasas son “creadas iguales”.  Las grasas saturadas podrían aumentar el riesgo para enfermedad cardíaca porque suben el total del colesterol LDL (malo).  Las grasas transaturadas podrían también hacer igual cosa, al mismo tiempo que bajan el colesterol HDL (bueno).  Las grasas monosaturadas y poliinsaturadas, en cambio, pueden bajar el total del colesterol y el LDL.  Además, un tipo de grasa poliinsaturada en especial, los ácidos grasos omega 3, podrían ser particularmente beneficiosos para el corazón.  Los omega 3 parecen disminuir el riesgo de muerte súbita, sobre todo en personas con alto riesgo de enfermedad arterial coronaria.  De igual manera, podrían disminuir la presión sanguínea y los triglicéridos, junto con otros efectos beneficiosos.

Es decir, hay que preocuparse por los tipos de grasa que se ingieren.

Lo mejor es disminuir el consumo de grasas saturadas, presentes en grandes cantidades de productos animales (por ejemplo, las carnes rojas, la piel de las aves y los productos lácteos no descremados como la mantequilla o la leche entera) y en los aceites tropicales, de coco y de palmera; así como reducir la ingesta de grasas transaturadas, comunes en la repostería comercial (como galletas de sal o dulce y pasteles), en la comida frita, en los refrigerios, en las mantecas y en algunas margarinas.

Una dieta sana incluye más grasas monosaturadas (que se encuentran, por ejemplo, en los aceites de oliva, maní o cacahuate y canola, en los aguacates o paltas y en la mayoría de frutos secos), grasas poliinsaturadas (aceites vegetales de girasol, maíz, soja y de alazor o cártamo), y los ácidos grasos omega 3 (pescados de aguas frías como el salmón, la caballa o el arenque; así como las semilla de linaza y las nueces).

En resumen, recomiendo una dieta a base de hortalizas, alta en fibra y rica en frutas, verduras, granos integrales, proteínas saludables (frutos secos, judías o frijoles, productos lácteos bajos en grasa) y alimentos como pescado, aceite de oliva y de canola que contienen muchas “grasas saludables”.

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