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  • Hasta en el 80% de los casos de cáncer infantil se curan
  • Los hábitos de vida saludables pueden ayudar a mejorar la calidad de vida durante el tratamiento
  • La toxicidad de los tratamientos y la propia enfermedad pueden dejar secuelas importantes en dos de cada tres niños

El cáncer es una enfermedad tremendamente diversa. Eso hace que tratamientos que son muy eficaces en algunos tumores no funcionen en otros y viceversa. En los últimos años se ha investigado y avanzado mucho para entender estas diferencias, lo que ha llevado a clasificaciones más específicas. Dentro de toda esta gran variedad, hay un cajón especial y diferente al de todos los demás: el cáncer infantil o pediátrico.

“Es una enfermedad que no tiene nada que ver con el cáncer de adultos, el cual está relacionado con el envejecimiento y los hábitos de vida, presentándose en la mayoría de los casos como un carcinoma. Los niños no desarrollan carcinomas y cuando hablamos de cáncer en estas etapas preferimos utilizar el término cáncer del desarrollo, ya que es una enfermedad relacionada con la maduración del organismo”, nos explica el Dr. Andrés Morales, director asistencial del Centro de Cáncer Pediátrico del Hospital Sant Joan de Déu de Barcelona, España.

Desde que se produce la fecundación, cuando se unen el espermatozoide y el óvulo, se produce un proceso de crecimiento de gran rapidez y complejidad, con múltiples implicaciones genéticas y epigenéticas. El resultado, nueve meses después, es un individuo completamente formado y muy complejo. Sin embargo, este fenómeno de formación no culmina aquí, sino que continua hasta cerca de los veinte años, cuando ya todos los órganos han madurado completamente.

“Durante todo este periodo de tiempo es cuando se pueden producir estos cánceres del desarrollo. Algunos pueden presentarse al poco tiempo de nacer incluso, pero estos son los más raros. La mayoría se dan entre los cinco y los diez años de vida. El riesgo de estos cánceres cae dramáticamente cuando la formación ha culminado”, añade el oncólogo.

Un cáncer poco frecuente y con alta tasa de curación

Otra diferencia fundamental entre los cánceres del desarrollo y los del adulto es su frecuencia. Entre los adultos la incidencia de esta enfermedad es muy elevada, y aumenta de forma significativa a medida que la persona envejece. Los cánceres del desarrollo, por el contrario, son mucho menos habituales. “Por cada niño con cáncer, hay doscientos adultos. En todo el mundo se calcula que al año pueden diagnosticarse cerca de 400.000 casos. Tan solo en España hay cerca de 300.000 casos de cánceres de adultos al año, para que puedas comparar”, continúa explicando el Dr. Morales.

Según la Organización Panamericana de la Salud (OPS) en el continente americano se estima que hubo 45.244 nuevos casos de cáncer en el año 2020. La mayoría (64%) de estos casos ocurrieron en América Latina y el Caribe (29.057 casos estimados). En los Estados Unidos en 2022 se calcula que se diagnosticarán 10.470 casos nuevos de cáncer en niños recién nacidos a 14 años y se espera que cerca de 1.050 niños morirán por cáncer, según el Instituto Nacional del Cáncer (NHI).

También es positivo destacar con entre 1975 y 20210, la mortalidad por cáncer infantil disminuyó en más del 50%. Actualmente se consigue en hasta el 80% de los casos erradicar la enfermedad. A pesar de esto, el cáncer sigue siendo la principal causa de muerte en niños en países de altos ingresos, como Estados Unidos. “Es cierto que el tratamiento y el abordaje ha mejorado significativamente en los últimos años, pero también lo es que hemos llegado al límite de lo que podemos conseguir con las herramientas convencionales que disponemos”, puntualiza el experto español.

Y es que otra gran diferencia con el cáncer de adultos es la inversión que se destina a la investigación de nuevos tratamientos y mejora de los existentes. En el caso de los cánceres de adultos, está inversión es muy cuantiosa y ha logrado que en fechas recientes se haya producido un importante salto tecnológico y de innovación que ha permitido mejorar mucho las tasas de supervivencia. En cambio, la inversión destinada a la investigación del cáncer del desarrollo es muy inferior, lo que unido a su alta complejidad hace que no se haya producido este salto cualitativo que se ha visto en el cáncer de adultos.

Importantes secuelas y posible reaparición

Una de las grandes revoluciones en el cáncer de adultos son las terapias dirigidas, que permiten reducir la toxicidad y las secuelas derivadas de los tratamientos utilizados. Esta gran especificidad no ha llegado a los cánceres del desarrollo y esto se traduce en importantes secuelas. “Hasta en dos de cada tres casos quedan secuelas derivadas tanto del propio cáncer como de los tratamientos de cirugía, quimioterapia y radioterapia que se utilizan. Y en uno de cada tres casos, estas secuelas disminuirán la expectativa de vida y precisarán de un control y seguimiento”, comenta el Dr. Morales.

También hay que tener en cuenta la posibilidad de que el cáncer reaparezca, al igual que sucede con el cáncer de adultos. Esto va a depender mucho del tipo de tumor, pero a diferencia del de adultos, en los cánceres del desarrollo la ventana o tiempo en el cual puede reaparecer la enfermedad es mucho menor.

“En algunos cánceres esta ventana de recaída puede ser de tan solo dos años, pero en otros es posible que el riesgo no disminuya hasta los cinco o diez años de la aparición del cáncer. Durante este tiempo es necesario estar atentos a posibles recaídas”, añade el experto.

La importancia de los hábitos saludables

En el cáncer de adultos se sabe que una parte importante de los casos que se producen podrían llegar a evitarse con unos buenos hábitos de vida saludable. La exposición al entorno tiene una importante incidencia y así, por ejemplo, la exposición al sol está relacionada fuertemente con la aparición de melanomas o el consumo de tabaco con el cáncer de pulmón.

En el caso de los cánceres del desarrollo no está claro cuál es la incidencia del ambiente en su aparición, aunque los expertos señalan que esta no debe ser muy importante por las propias características de la enfermedad. “Sin embargo, estos hábitos pueden ser muy importantes durante el tratamiento y tras la curación. La gestión del estrés, la higiene del sueño o la actividad física pueden ayudar a conseguir mejorar los resultados de salud de una forma significativa”, explica el Dr. Morales.

La complejidad de su diagnóstico

A la hora de poder diagnosticar un cáncer del desarrollo, la falta de síntomas específicos es una de sus principales dificultades. Al tratarse además de una amplia variedad de enfermedades, cada una con sus propias características, esto incrementa aún más esta dificultad. 

Para el Dr. Morales, más que la presencia de un síntoma concreto, lo que debe alertar tanto a los padres y cuidadores como a sus pediatras es la acumulación de estos síntomas inespecíficos. “En el caso de la leucemia, que es el cáncer del desarrollo más frecuente, algunos de los síntomas pueden ser una fiebre prolongada, dolor óseo o palidez. En los tumores cerebrales, estos síntomas pueden ser dolor de cabeza, vómitos y bajo rendimiento escolar. Cuando varios de estos síntomas se presentan de forma conjunta y se prolongan en el tiempo es cuando el pediatra de cabecera debe desconfiar de que hay algo que ocurre y que no es trivial”.

A pesar de estas dificultades, el experto considera que en los países de altos ingresos no existe un infradiagnóstico de estas enfermedades, aunque sí se puede llegar a producir un importante retraso. 

 

Por Miguel Ramudo
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Imagen: ©Shutterstock / Mama Belle and the kids

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