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Cuando te han diagnosticado alguna enfermedad del corazón, no tienes porqué temerle al ejercicio. Al contrario, si tu cardiólogo lo aprueba, caminar o dar un paseo en tu bicicleta pueden ser parte importante de tus cuidados o de tu rehabilitación. Entérate cómo puedes incorporar el ejercicio en tu vida, incluso cuando estás enfermo del corazón.

Aunque a veces se cree que las actividades físicas pueden ser peligrosas para tu corazón, especialmente cuando tienes una enfermedad cardiovascular, lo cierto es que quedarte quieto es aún peor.

Aún estando totalmente saludable, la falta de ejercicio puede elevar tu presión sanguínea, hacerte aumentar de peso, elevar los niveles de colesterol y triglicéridos en tu sangre, y aumentar tus posibilidades de que desarrolles diabetes. Y si tienes una enfermedad del corazón, la vida sedentaria algunas veces puede empeorarla.

En uno de los estudios más grandes que se ha hecho hasta el momento, más de 2,300 pacientes con insuficiencia cardiaca en Estados Unidos, Canadá y Francia fueron analizados para saber si el ejercicio les afectaba o no. A la mitad de los pacientes les fue asignado hacer ejercicios aeróbicos regularmente, incluyendo actividades como caminar o montar bicicleta estática tres veces a la semana.

Los resultados permitieron confirmar que quienes hicieron ejercicios aeróbicos lo toleraban muy y, en términos generales, mejoraron su calidad de vida. Además, el 11% de estos pacientes redujo sus posibilidades de morir o de ser hospitalizados por cualquier motivo, y el 13% redujo sus posibilidades de morir o de ser hospitalizados por causas relacionadas directamente con su corazón.

Si estás interesado en hacer ejercicio, habla con tu cardiólogo primero. Él podrá decirte si es recomendable para ti o no. Por ejemplo, después de una cirugía, tu rutina de ejercicios debe estar específicamente aprobada y supervisada por tu cardiólogo. Y si tienes una arritmia cardiaca o algún defecto importante en el corazón, es muy probable que necesites controlar la cantidad de ejercicio que haces.

Pero, si ese no es tu caso, probablemente tu médico simplemente te recomiende hacer ejercicio tomando algunas precauciones como éstas:

Moderación. No es cierto que el ejercicio deba ser intensivo para ser efectivo. Y cuando tienes el corazón enfermo o débil, el exceso es peligroso. Ejercítate con calma, a un buen ritmo que no te canse excesivamente ni te ahogue. Y para a descansar de vez en cuando.

No te esfuerces al extremo. No son recomendables los esfuerzos demasiado fuertes para tus músculos como el levantamiento de pesas o las lagartijas. Y tampoco es recomendable forzarte a subir montañas o cuestas muy inclinadas.

Hidrátate. Toma mucho líquido, especialmente cuando está haciendo calor.

Evita las temperaturas extremas. No es recomendable hacer ejercicio al aire libre en medio de un invierno muy frío, o de un verano demasiado caliente o húmedo. Éstos climas extremos pueden interferir con tu circulación, provocándote problemas para respirar y dolor de pecho.

No cambies de temperatura. No te expongas a cambios de temperatura muy fuertes después de hacer ejercicio, como ducharte con agua muy fría o muy caliente, o meterte al sauna.

Retoma lentamente. Si has dejado de hacer ejercicio por algunos días, retómalo despacio hasta que vuelvas a estar en el mismo nivel que la última vez.

Son precauciones bastante sencillas de seguir y fáciles de recordar. Habla con tu médico, anímate y empieza pronto, tu corazón se alegrará.

Imagen © Thinkstock / Fuse

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