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¿Sabías que con sólo entrar en tu propia casa puedes multiplicar las bacterias dentro de ella y aumentar los riesgos para tu salud y la de tu familia? Pues así es, y es conveniente que sepas como minimizar esos riesgos con unas cuantas medidas sencillas.

A Julia le encanta tener su casa siempre inmaculada y se desvive por eliminar el polvo y la suciedad del suelo, especialmente ahora que su pequeñín ha comenzado a gatear y a explorar así toda la casa. Julia hace bien en proporcionarle a su pequeño un hogar aseado y ordenado, pero quizás se desmayaría del susto si supiera en realidad cuantos microorganismos, tan diminutos que nuestros ojos no pueden percibir, pululan en el suelo a pesar de sus esfuerzos.

Según un estudio llevado a cabo por unos investigadores de la Universidad de Yale (publicado online antes de su publicación en la revista Indoor Air), reporta que el simple hecho de entrar en una habitación puede lanzar hasta 37 millones de bacterias al aire cada hora. ¿De dónde vienen esas bacterias “voladoras”? En su mayor parte de otras personas que entraron anteriormente y las depositaron en el piso. Desde allí se mueven cuando entra otra persona, y se vuelven a suspender en el aire esas bacterias. El polvo que se acumula en el piso es la fuente principal de las bacterias que respiras.

Para hacer el estudio, los investigadores analizaron las partículas biológicas de un aula universitaria de la primera planta del edificio durante ocho días seguidos, cuatro cuando el aula se ocupaba de forma regular y cuatro cuando estaba vacía todo el tiempo. Las puertas y ventanas permanecieron cerradas mientras duró el estudio.

Durante los cuatro días en que el aula estuvo ocupada, se produjo un aumento significativo en las concentraciones aéreas de bacterias y de hongos de distintos tamaños. Cerca del 18% de las bacterias nuevas y las depositadas antes provenían de las personas, no de las plantas ni de otras fuentes.

El resultado de este estudio es una llamada de alerta para que todos protejamos la calidad del aire que respiramos, sobre todo en los recintos cerrados y así también protegeremos nuestra salud. Si tú, como la mayoría de las personas, pasas gran parte de tu tiempo en tu casa, estás en peligro de contraer distintas enfermedades infecciosas, si no tomas algunas medidas para mantener un buen sistema de limpieza.

La calidad del aire bajo techo.

La contaminación del aire en los recintos cerrados puede contribuir al desarrollo de infecciones, en especial de las vías respiratorias, así como de dolores de cabeza, ojos secos, congestión nasal, náusea y fatiga. Afortunadamente, eso puede cambiar. Hay maneras de mantener la calidad del aire interior, controlando en tu casa en lo posible los principales contaminantes. Veamos a continuación a los principales “culpables”:

  • Contaminantes biológicos. Esto incluye moho, bacteria, polen, virus, caspa de animales y desechos de cucarachas y otros insectos, que pueden causar infecciones, provocar síntomas alérgicos y activar ataques de asma. Para controlar esos contaminantes, debes lavar bien la ropa de cama, mantener a los animales alejados de las áreas que frecuentan las personas alérgicas, y limpiar la casa con cuidado. También es importante controlar la humedad, que promueve el desarrollo de moho.
  • Humo de cigarrillo de segunda mano. Es un gran contaminante del aire. Contiene alrededor de 200 sustancias tóxicas, como formaldehído y monóxido de carbono, y al menos unos 60 químicos que se consideran cancerígenos. Puede causar además, sobre todo en los niños, neumonía, infecciones en la parte inferior del tracto respiratorio e infecciones en los oídos. También puede contribuir al desarrollo del asma y activar los ataques de asma o agravarlos.
  • Contaminantes procedentes de la combustión. Vienen de fuentes como cocinas, estufas, hornos, chimeneas, calentadores, calentadores de agua, etc., que usan gas, petróleo, carbón, madera u otro combustible para funcionar. Los más peligrosos son los que emiten gases sin color ni olor, como el monóxido de carbono y el dióxido de nitrógeno. El primero interfiere con la llegada del oxígeno al cuerpo, lo que produce fatiga, dolor de cabeza, confusión, náusea y mareo. En gran cantidad puede producir la muerte. El dióxido de nitrógeno irrita las membranas mucosas de los ojos, de la nariz y de la garganta, lo que provoca falta de aire y promueve infecciones. Para controlar esos contaminantes, asegúrate de que un experto instale y mantenga en buen estado todos los aparatos que se valen de la combustión para funcionar, y úsalos del modo indicado.
  • Limpiadores y otros productos caseros. Muchos productos que se usan a diario en las casas emiten sustancias químicas que pueden ser dañinas. Entre ellos ciertos limpiadores, insecticidas, pegamentos, pinturas y disolventes. Esas sustancias pueden causar mareos, náuseas, reacciones alérgicas, irritación de los ojos, la piel y las vías respiratorias y hasta pueden causar cáncer. Antes de usar cualquier producto casero, lee los ingredientes que contiene para asegurarte de que nadie en la casa es alérgico a alguno de ellos, y sigue al pie de la letra las instrucciones del fabricante. Otra opción es utilizar productos menos fuertes.

Y no te olvides una regla importante: mantén una buena ventilación en tu casa para que entre aire fresco, que es una de las cosas más importante para reducir los contaminantes del aire interior, y toma las medidas necesarias si notas olor a moho o crecimiento de moho en cualquier parte, condensación en las ventanas, pintura que se descascara o humedad en los sótanos. Sella las aberturas en las paredes, guarda la comida en envases sellados para evitar que se eche a perder la comida y se desarrollen bacterias e implanta en tu casa una política de “no fumar”. Ya ves que con un poco de atención y de esfuerzo de tu parte, puedes reducir los niveles de contaminación y hacer más fresco y sano el aire que se respira dentro de tu casa.

Imagen © iStockphoto.com / Jan Tyler

 

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