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El diagnóstico de una enfermedad grave a nuestra pareja, algún familiar, amigo o cualquier otra persona cercana es uno de los momentos más difíciles por los que solemos pasar en la vida. Especialmente si se trata de algo incurable o que afecta de forma importante la calidad de vida.

Al sentimiento de rabia, frustración y tristeza se suma la incertidumbre y, en muchos casos, la necesidad de ayuda y soporte, lo que suele ir aumentando a medida que progresa la enfermedad.

La responsabilidad de ser el cuidador o cuidadora de un ser querido enfermo puede resultar gratificante, pero a la vez también suele generar ansiedad y cansancio, ya que se deben resolver muchas cosas logísticas y en muchas ocasiones también dar apoyo emocional, lo cual no siempre resulta tarea fácil.

Ser cuidador es agotador emocional y físicamente, ya que se necesitan hacer malabarismos para asumir esta función y compaginarla con otras responsabilidades importantes como la familia, el trabajo o el hogar, según describe la Fundación Kālida, que nació con la misión de promover un modelo de soporte oncológico integral complementario centrado en la persona y que forma parte de la organización internacional Maggie’s, que cuenta con más de 30 centros en todo el mundo.

Desde Kālida comentan que la mayoría de los cuidadores “deja en suspenso sus propios sentimientos para concentrarse en el bienestar de la persona querida. A veces te sientes culpable, enojado, frustrado o ansioso y estás muy cansado. Es comprensible: eres un ser humano, están sucediendo muchas cosas y también es normal estar preocupado por un futuro incierto y por desconocer cómo te las apañarás a medida que cambien sus necesidades de atención”.

Un reto cada vez mayor

Según datos de un estudio de la National Alliance for Caregiving (NAC) y AARP, actualmente más de una de cada cinco personas en el país (21.3%) son cuidadores de algún ser querido, ya sea un adulto o un niño con necesidades especiales. Según este documento, entre los años 2015 y 2020 el número de cuidadores pasó de 43.5 a 53 millones de personas en Estados Unidos.

Además, se ha podido constatar que la salud de estos cuidadores ha empeorado en ese periodo de tiempo. Es por ello que es de vital importancia tener presente que tan importante es cuidar la salud y bienestar del enfermo como la del propio cuidador.

Los expertos de la Clínica Mayo enumeran algunos signos del “estrés del cuidador” a los que debemos estar atentos para intentar tomar medidas para prevenir problemas de salud mayores:

  • Sentirse abrumado o preocupado constantemente
  • Sentirse cansado con frecuencia
  • Dormir mucho o no dormir lo suficiente
  • Presentar un aumento o una pérdida de peso
  • Irritarse o enojarse fácilmente
  • Perder el interés en actividades que solías disfrutar
  • Sentirse triste
  • Sufrir con frecuencia dolores de cabeza, dolor corporal u otros problemas físicos
  • Consumir alcohol o drogas ilícitas en exceso, incluidos medicamentos recetados

En general, estos expertos recuerdan que sufrir estrés durante un tiempo prolongado puede dañar tu salud. “Como cuidador, es más probable que presentes síntomas de depresión o ansiedad. Además, es posible que no duermas lo suficiente o no hagas la actividad física que necesitas, o que no lleves una alimentación equilibrada, lo que aumenta el riesgo de problemas médicos, como enfermedades cardíacas y diabetes”.

Estrategias para cuidarte

Como ya hemos dicho, para cuidar a tu ser querido es fundamental que te cuides a tí. Aquí te ofrecemos algunas recomendaciones que podrían ayudarte:

  • Pide y acepta ayuda: haz una lista de cosas que puedes delegar en otras personas y deja que las personas que te ofrecen ayuda puedan escoger cómo ayudarte. A veces las personas que intentan ayudarnos no saben exactamente lo que necesitamos y eso puede ayudar mucho.
  • Haz una lista de necesidades y de los posibles recursos para cubrirlas, ya sean amigos familiares o ayuda externa. Anota todas las posibilidades por más insignificantes que parezcan.
  • No te sientas culpable por estar cansado, frustrado o enojado. Somos humanos y tenemos derecho a expresar nuestras emociones de forma asertiva.
  • Busca apoyo y grupos de ayuda de personas que están pasando por algo similar. En casi todas las ciudades existen asociaciones y fundaciones que acompañan a los enfermos y familiares.
  • No tengas miedo a decir que no e intenta que las visitas sean una ayuda y no una carga adicional. Prioriza y evita tareas como preparar comida o atender a quienes vienen a ver al enfermo.
  • Cuida tus hábitos. Aliméntate bien, intenta hacer actividad física en la medida de lo posible, hidrátate y busca establecer una rutina del sueño adecuada.
  • No descuides tus chequeos médicos y tus visitas rutinarias al dentista y otros especialistas.
  • Cuida tu salud emocional y ante cualquier síntoma de alerta no dudes en pedir ayuda médica. Busca con quién hablar de tus sentimientos y aliviar la tensión, sean otros miembros de la familia, amigos, colegas o mediante grupos de apoyo. 
  • Si trabajas o estudias, informa a la empresa o profesor sobre tu situación. 

Recuerda que es normal que tengas momentos buenos y otros muy malos, pero si te sientes desbordado no dudes en pedir ayuda tanto a las personas de tu entorno como a tus médicos de confianza.

 

Por Karla Islas Pieck
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Imagen: ©Shutterstock / Yuganov Konstantin

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