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El trastorno del espectro autista (TEA) es una discapacidad del desarrollo que puede ocasionar importantes desafíos sociales, de comunicación y de conducta. El autismo, un trastorno neurológico que altera la capacidad de la persona de comunicarse y de interactuar con otras, se ha convertido en una especie de epidemia que va en aumento. En este artículo, te damos la información que todos los padres de familia deben saber para detectar tempranamente el autismo y conseguir el tratamiento que pueden necesitar sus hijos.

Fue la maestra de preescolar de Alain quien alertó a sus padres de que el niño tenía problemas al comunicarse y relacionarse con los demás alumnos de la clase y les recomendó una evaluación neurológica que terminó con un diagnóstico de autismo.  Alain, de bebé, se retrasó para empezar a hablar, y empezó mucho después que su hermanita mayor. Pero todos tranquilizaron a sus padres con la idea de que las niñas comienzan a hablar mucho antes que los varones. Y ahí quedó todo. Los papás tampoco se alarmaron con la obsesión del bebé con ciertos objetos o juguetes o sus frecuentes e intensas rabietas a medida que iba creciendo. Pensaron que se trataba de una “etapa” que pasaría con el tiempo. Hasta que el niño llegó a la escuela y la maestra detectó las señales de autismo.

Los diagnósticos como el de Alain ocurren cada vez con más frecuencia. Un informe reciente de los CDC lo confirma: En el 2012, 1 de cada 88 niños en EU mostraba algún tipo de trastorno del espectro autista.  En el 2014, la tasa fue de 1 de cada 68, un aumento del 30 por ciento. Alrededor de 1.2 millones de personas de menos de 21 años en el país son autistas y se estima que la cifra podría ser incluso mayor si se consideran los casos que no se han registrado o que no se han diagnosticado todavía. La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que, a nivel mundial, uno de cada 160 niños padece un trastorno del espectro autista (TEA).

Aunque este trastorno se puede presentar en cualquier grupo racial, étnico o social, el autismo afecta unas cinco veces más a los varones que a las niñas (la proporción es de uno de cada 42 niños en comparación con una de cada 89 niñas), y se diagnostica con mayor frecuencia entre los niños de raza blanca que entre los de la raza negra o de origen  latino. El informe de los CDC atribuye esta disparidad entre los grupos étnicos a un mayor acceso a servicios de salud y a profesionales entrenados para reconocer y diagnosticar el trastorno del espectro autista por parte de la comunidad blanca no hispana.

En la actualidad es posible detectar el autismo tan temprano como a los dos años (aunque el promedio se detecta alrededor de los 4).  Una detección cada vez más temprana, así como los avances en el diagnóstico de la condición, sin duda han contribuido al continuo aumento de la tasa del autismo entre la población.  Aun así, el aumento en los últimos dos años a un 30 por ciento es considerable.  Sin embargo, esto no parece preocupar demasiado a algunos expertos, como a Alison Singer, co-fundadora y presidenta del Autism Science Foundation.

Según ella, el aumento de los casos de autismo se debe a la ampliación de los criterios en el diagnóstico del trastorno del espectro autista.  Según ella, en el 2000, el Manual de Estadísticas y Diagnóstico de los Trastornos Mentales incluyó los criterios revisados para el diagnóstico del autismo y eliminó la discapacidad intelectual como base para considerar a un niño como autista o no.  Es decir, previamente, para que se diagnosticara a un niño como autista debía exhibir problemas de comunicación y de lenguaje, discapacidad intelectual y comportamiento autodestructivo. Pero al eliminarse esa barrera, actualmente se puede diagnosticar autismo en niños con un buen uso y desarrollo del lenguaje y con un coeficiente de inteligencia o promedio o por encima del promedio.

De acuerdo a Singer, la gran mayoría del incremento en los casos de autismo no se ha presentado en niños con discapacidades intelectuales, sino que, de hecho, casi la mitad de los niños con un trastorno del espectro autista incluidos en las estadísticas más recientes tienen un coeficiente de inteligencia o promedio, o por encima del promedio, en comparación con solamente un tercio del total hace unos diez años.  En su opinión, lo que ha aumentado son las probabilidades de que un niño reciba un diagnóstico de autismo, pero no indica que más niños sufran el trastorno.

Es cierto que actualmente los profesionales son capaces de detectar mejor y más temprano los casos de autismo, lo cual es crítico para que el niño reciba el tratamiento adecuado lo antes posible. Pero ellos no pueden hacer todo el trabajo solos.  Por lo general, son los padres o las personas al cuidado de los niños quienes comienzan a notar comportamientos poco comunes en los niños, retrasos en su desarrollo o ciertas incapacidades comparadas con otros niños de la misma edad primero. Y muchas veces están en lo correcto.

Conviene que repasemos algunas de las señales de esta condición para que puedas reconocerla cuanto antes. Estas son algunas de las pautas brindadas por la organización Autism Speaks:

  • A los seis meses (y a partir de entonces) el bebé no se sonríe abiertamente o no muestra señales de alegría
  • No imita o comparte sonidos, sonrisas y otras expresiones faciales con sus padres o cuidadores a los 9 meses (o a partir de entonces)
  • No balbucea a los 12 meses
  • No hace gestos como señalar, alcanzar, mostrar o saludar a los 12 meses
  • No dice palabras a los 16 meses
  • A los 24 meses no es capaz de formar frases de dos palabras (que tengan algún significado) sin imitar o repetir lo que otra persona le diga
  • A cualquier edad disminuye su capacidad de hablar, de balbucear o pierde interés en el intercambio social

Los Institutos Nacionales de la Salud (NIH), enumeran otras características que identifican a un niño autista. Entre ellas:

  • No le gusta que le cambien las rutinas y se muestra ansioso(a) si se alteran los patrones con los que está familiarizado(a)
  • Se apega excesivamente a objetos o juguetes
  • Realiza movimientos corporales repetitivos
  • Se le agudizan mucho los sentidos (como la vista, el oído, el gusto o el tacto (por ejemplo, se muestra muy sensible a ciertos olores o no quiere usar ropa que encuentra áspera y le molesta; los ruidos normales le resultan molestos y hasta dolorosos;  evita el contacto físico porque no sabe lidiar con esta experiencia)
  • Tiene períodos de atención muy cortos
  • Es o hiperactivo(a) o demasiado pasivo(a)
  • Tiene ataques de enojo intensos
  • Agrede a otras personas o a sí mismo(a)

En cuanto a la comunicación:

  • Se comunica con gestos y no con palabras
  • Es incapaz de iniciar o mantener una conversación con otra persona
  • Su desarrollo del lenguaje es pobre o nulo (ausente)
  • Repite palabras pero no crea frases en si.

En cuanto a la interacción social:

  • Se le dificulta hacer amigos
  • No participa en juegos con los demás niños
  • Prefiere jugar o pasar el tiempo solo
  • No muestra empatía hacia los demás
  • No imita las acciones de los padres o los maestros

Para cualquier padre, es difícil admitir que su hijo es autista, o que tiene cualquier tipo de discapacidad. Pero la intervención temprana es importantísima para que el niño se pueda beneficiar de todas las terapias y los recursos que se le puedan brindar. Por eso, si tienes sospechas, dudas o cualquier inquietud en relación con el desarrollo o el comportamiento de tu hijo(a), no esperes y habla con el pediatra para que reciba la evaluación y el diagnóstico apropiado.

 

Publicación original: 2014

Ultima revisión: 2017

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Imagen © iStock / lusia599

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