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Es difícil encontrar un mejor símbolo de la salud que un joven atleta. Por eso resulta tan triste y chocante leer en las noticias que un adolescente muere de un paro cardíaco en pleno entrenamiento deportivo. Los padres, los entrenadores y los centros educativos deben tomar medidas para reducir la posibilidad de los accidentes cardíacos y para poder actuar de inmediato en caso de que alguno ocurra, algo vital para la supervivencia del atleta.

Dos semanas antes de cumplir los 17, Isaiah Laurencin, estudiante de secundaria y jugador de fútbol de Miramar, Florida, sufrió un paro cardíaco durante un entrenamiento de rutina el pasado mes de julio. Isaiah fue llevado inmediatamente a un hospital, pero desafortunadamente falleció al día siguiente.  Lo mismo sucedió en septiembre de 2010 durante un juego de fútbol: quarterback Reggie Garret, otro atleta de secundaria en Orange, Texas, se desmayó en el campo de juego durante un partido y falleció posteriormente en el hospital. Sus muertes se suman a los 300 mil casos de paros cardíacos que ocurren anualmente en los Estado Unidos. De hecho, es la principal causa de muerte en el país, con una tasa de supervivencia de solamente un 8%.

Los adolescentes de por sí se consideran inmortales, piensan que no les puede ocurrir nada, y mucho más los jóvenes atletas, que están en una condición física estupenda, que son admirados y a menudo hasta la envidia de sus compañeros de estudios. Así que cuando uno de ellos de repente se desmaya y pierde la consciencia debido a un paro cardíaco, inevitablemente la alarma surge entre los padres, los compañeros del equipo, los entrenadores y los maestros. Surge la pregunta ¿Qué se puede hacer para evitar que algo así vuelva a repetirse?

Teniendo en cuenta que en Estados Unidos,  76 atletas jóvenes pierden la consciencia y mueren debido a un paro cardíaco durante los entrenamientos y los juegos cada año, algunos expertos han recomendado que los atletas que participan en deportes competitivos se hagan obligatoriamente un electrocardiograma para descartar posibles trastornos cardíacos.  En algunos países como Italia, esta medida está establecida desde 1982 y todos los deportistas jóvenes se someten a un electrocardiograma antes de poder practicar un deporte. Sin embargo, la comunidad médica en los Estados Unidos no está totalmente convencida de su eficacia.  Según un nuevo estudio de la Stanford University y cuyos resultados se publicaron recientemente en la edición digital del Journal of Pediatrics, ya que los electrocardiogramas no siempre detectan las enfermedades que pueden ser la causa de un paro cardíaco, y las personas que leen los resultados no siempre los interpretan correctamente.

Durante un ECG, los electrodos fijados al pecho y a las extremidades miden los impulsos eléctricos generados cuando late el corazón.  Los ECG pueden detectar anormalidades en el ritmo cardíaco y otras condiciones que pueden causar que el corazón pare de funcionar de repente.

El estudio demostró que los cardiólogos pediátricos no detectaron anormalidades peligrosas del corazón en 32% de los casos y diagnosticaron equívocamente anormalidades cardíacas en otros 30%. Una tasa tan alta de errores puede resultar en recomendaciones erróneas para los deportistas.  Parte de la dificultad en la lectura de los ECG es que ciertas anormalidades peligrosas del corazón tienen las mismas características que los cambios saludables que suceden en el corazón de los atletas. Un corazón de un atleta que hace mucho ejercicio y está “en forma”, por ejemplo, tiende a crecer en tamaño y a bombear más lentamente, pero algunas anormalidades pueden también causar un cambio similar.

La American Heart Association (Asociación Americana del Corazón) no les recomienda electrocardiogramas (ECGs) obligatorios a los atletas jóvenes en los Estados Unidos, sin embargo sí recomienda que todos pasen un examen físico exhaustivo y que revisen sus historias clínicas cada año.  Los ECGs se recomiendan en casos de jóvenes con historia de desmayos, dolor en el pecho, dificultades respiratorias, problemas con la presión arterial o una historia familiar de problemas coronarios (del corazón) o muerte prematura.

La American Heart Association recomienda además que sí sea obligatorio tener desfibriladores automáticos externos (o AEDs) en todas las escuelas, gimnasios y locales deportivos, y que resulten de fácil acceso durante las prácticas deportivas y en los terrenos de juego.  Los entrenadores y todo el personal deportivo deben tener experiencia en su uso para no perder tiempo en caso de que un jugador, o alguna persona del público, sufra de pronto un paro cardíaco. El desfibrilador es un aparato que se utiliza para corregir las palpitaciones erráticas del corazón mediante un impulso eléctrico de un voltaje determinado. Generalmente se coloca en una caja adosada a una pared que lleva por la parte de afuera la imagen de un corazón y de un rayo. En caso de emergencia, la caja se desprende de la pared y se siguen las instrucciones que vienen adentro.

Un paro cardíaco significa que el corazón de pronto e inesperadamente deja de funcionar, la persona deja de respirar y pierde el conocimiento.  Se debe generalmente a un problema con el funcionamiento eléctrico del corazón que interrumpe el bombeo y el flujo de la sangre al resto del cuerpo. Durante un paro cardíaco, el corazón puede ir tan rápido (200, 300 o 400 palpitaciones por minuto) que no puede bombear la sangre de forma efectiva. El corazón tiene un sistema eléctrico que controla el bombeo sanguíneo. Cualquier cambio en la secuencia normal de los impulsos eléctricos constituye una arritmia. Cuando se experimenta una arritmia, el corazón puede bombear ya sea muy rápido o muy lentamente lo que puede causar problemas al resto de los órganos del cuerpo.

Un paro cardíaco y un infarto no son la misma cosa. En un infarto, el corazón puede continuar latiendo, pero la sangre no llega a su destino debido a un bloqueo. En un paro cardíaco el corazón deja de latir.  Se trata de una emergencia médica que si no se trata de inmediato puede tener resultados fatales. Cuando ocurre, cada minuto es crucial para el paciente. Por eso es tan importante contar con desfibriladores en cada local deportivo para poder actuar al instante.  Una vez que ocurre, hay un margen de unos 10 minutos para restaurar el funcionamiento del corazón y buscar  ayuda médica. Los primeros 4 a 6 minutos son vitales para evitar daños neurológicos. Con cada minuto que pase, la posibilidad de muerte aumenta en un 10%.

Es posible sobrevivir a un paro cardíaco con una intervención rápida y con resucitación cardiopulmonar (CPR) hasta que llegue la asistencia médica.  Las compresiones rápidas del pecho pueden ayudar a salvar una vita, incluso sin respiración boca a boca.  El peligro del paro cardíaco, incluso si la persona sobrevive, es la falta de oxígeno y la forma en que ésta puede afectar al cerebro y a otros órganos vitales.  La American Heart Association recomienda además, que los atletas y los entrenadores presten atención a algunas señales previas de aviso y eviten que el atleta participe en la actividad si siente fatiga, náusea, mareo, dolor en el pecho, dificultad al respirar, debilidad, palpitaciones o si presenta vómitos.

Si tu hijo participa en algún deporte, ¡magnífico! Pero antes, llévalo a hacerse un examen físico minucioso que incluya una revisión de su historia clínica y la de la familia.  Habla con el entrenador o con la escuela para estar seguros de que disponen de los desfibriladores necesarios y de que el personal está capacitado para usarlos o para administrar CPR en caso de emergencias.  Discute con tu hijo las señales de aviso y explícale que si no presta atención a lo que su cuerpo le avisa, puede correr peligro. Las ventajas del ejercicio y los deportes son innumerables, pero hay que practicarlos de forma segura.

Imágen © iStockphoto.com / Suprijono Suharjoto

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