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Con el paso de los años, de tantas cosas que se ven en la vida, se va ganando en madurez y experiencia.  Pero todo tiene su precio: la edad pasa la cuenta en otras formas, como en el aumento de los problemas de la visión cromática y especialmente aquellos relacionados con la capacidad de distinguir colores.

Con la edad la vista de las personas va cambiando. Algunos cambios son normales, debido al proceso natural del envejecimiento, y basta con visitas frecuentes al oftalmólogo (el médico especializado en la vista), anteojos (gafas o lentes), y nueva o mejor iluminación para mejorar la precisión y el enfoque que se necesitan para realizar las actividades diarias.

La capacidad de distinguir los colores y sus gradaciones (graduaciones) nítidamente, es otra de las capacidades que se van perdiendo a medida que se llega a la edad avanzada, dificultando tareas como distinguir el color de los alimentos, seleccionar un hilo para coser del color adecuado o combinar la ropa. Este problema de la vista fue estudiado y descrito por primera vez a fines del siglo XVIII por el químico inglés John Dalton, que lo padecía. Dalton aparece en el grabado que acompaña este artículo.

Según unas investigaciones realizadas por The Smith-Kettlewell Eye Research Institute, en San Francisco, California, estas anormalidades de la visión cromática aumentan considerablemente con el paso del tiempo, llegando a afectar a más de la mitad de las personas en los grupos de mayor edad.  Antes de los 70, muy pocas personas tienen problemas con la visión cromática, pero la tasa de incidencia aumenta rápidamente en décadas posteriores.

Los investigadores llegaron a esta conclusión después de administrar pruebas de visión cromática a un grupo de 865 adultos seleccionados al azar, entre los 58 y los 102 años, pero excluyeron del estudio a las personas que tuvieran cualquier tipo de defecto congénito de la visión cromática (como el daltonismo o la ceguera del color).  Los tipos y tasas de irregularidades de la visión cromática se midieron en grupos de diferentes edades, y mostraron los siguientes resultados:

En general, el 40 por ciento de los participantes obtuvo resultados anormales en una de las dos pruebas de visión cromática. El 20 por ciento no pasó ninguna de las pruebas.

La tasa de falla en las pruebas fue considerablemente mayor en los grupos de mayor edad.  Por lo que en las irregularidades de la visión cromática: hubo relativamente pocas en las personas de menos de 70 años, se detectaron en alrededor del 45 por ciento de los participantes en los 70, aumentó hasta en un 50 por ciento entre los que tenían 85 años o más y llegó a casi las dos terceras partes del grupo de 90 en adelante.

Alrededor del 80 por ciento de las irregularidades incluyó  confusión de las gamas más suaves o pasteles del color azul en oposición al morado y del amarillo en oposición al verde y al verde amarillento.  Estos errores para distinguir los colores en el grupo “azul-amarillo” son diferentes a los errores “rojo-verde” que se observan en personas con daltonismo (uno de los defectos congénitos de la visión cromática más comunes).

En las dos pruebas de visión cromática realizadas, las irregularidades en su mayoría estuvieron relacionadas con la capacidad de discriminar entre los colores básicos “azul-amarillo”.

Aquí conviene hacer un breve repaso del mecanismo que permite que nuestros ojos perciban los colores.  Podemos ver a color gracias a unas células en forma de cono, situadas principalmente en la mácula, el área central de la retina. Estos conos son sensibles a las ondas de luz roja, verde y azul y a las combinaciones de las mismas que van produciendo otros colores.  Si falta algún tipo de estos conos, o no funcionan de manera adecuada, la persona puede tener problemas con la visión cromática: ya sea, no distinguir uno de los colores básicos, no distinguir las tonalidades de ese color, o confundir un color con otro.

Como mencionamos previamente, una de las irregularidades más comunes es la ceguera para el rojo o el verde que se perciben como un solo color (daltonismo) y que afecta más a los hombres que a las mujeres.  La segunda ceguera de colores más común es la que afecta al azul, en la que la persona no distingue ni el azul ni el amarillo.  En muy raras ocasiones no se distingue ningún color y se ve todo en blanco y negro o gris.

Los investigadores también mencionaron en su informe sobre los posibles factores que podrían contribuir al aumento de los problemas de la visión cromática con la edad y con los defectos del “azul-amarillo” en particular. Entre estos factores:

        • Reducción del tamaño de la pupila que hace que entre menos luz en el ojo
        • El lente dentro del ojo se vuelve más amarillento cada vez
        • Visión menos sensible

Además, otras condiciones que afectan al ojo, como el glaucoma, la degeneración macular relacionada con la edad y la retinopatía diabética, también producen defectos en la percepción del “azul-amarillo” en sus etapas más tempranas.

Mi recomendación es que cuides tu vista como un tesoro en cualquier etapa de la vida.  Perder la capacidad de ver nítidamente los colores, o confundirlos unos con otros, en comparación con la pérdida de la visión o la ceguera total, puede parecer menos importante. Pero hay una diferencia en la calidad de vida considerable cuando no se pueden apreciar los colores que ofrecen un paisaje, un jardín, un cuadro y todo se ve más opaco y gris.  Visita al oftalmólogo una vez al año para poder detectar cualquier problema de visión que se presente en sus etapas más tempranas y que puedas seguir viendo a todo color.

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Imagen: ©Shutterstock / docent

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