Cuando uno de los hijos padece una enfermedad crónica

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Una enfermedad crónica en un niño no lo afecta sólo a él, sino también a los padres… y tiene un gran impacto en los demás hermanos. Si tienes un hijo(a) en esas condiciones, no te queda otro remedio que “robarles” a ellos algún tiempo del que les pertenece para dedicárselo al niño enfermo. ¿Sabes cómo atender adecuadamente a las necesidades de todos?

Un niño “especial” afecta a toda la familia. Estos niños necesitan un cuidado adicional y, para poder brindárselo, los padres les dedican menos atención a sus hijos saludables. Como consecuencia, éstos pueden sentirse abandonados. Y esa sensación de abandono aumenta el estrés que les causa vivir con un hermano enfermo.

Por suerte, hay señales de alerta. Si ves que tus hijos saludables se muestran ansiosos, deprimidos, malhumorados o rebeldes, si pierden interés en sus amigos, en sus estudios o en actividades que antes disfrutaban (lecciones de música, deportes, etc.), o se comportan mal con el claro objetivo de llamar la atención, debes tomar medidas para ayudarlos a adaptarse a la situación familiar.

Lo que sienten los hermanos saludables. Cuando hay en la familia un niño con una enfermedad crónica, sus hermanos tienen mayores posibilidades de sufrir distintos problemas. Por ejemplo:

  • Sentimiento de culpa. Se produce simplemente porque ellos está sanos, o porque sienten que tal vez algún pensamiento o deseo malo que ellos tuvieron provocó la enfermedad del hermano.
  • Temor. Se preocupan por el hermano enfermo, por los padres agobiados de obligaciones y porque temen que hasta ellos mismos se enfermen también.
  • Deseos de enfermarse. Paradójicamente, quisieran a veces enfermarse para convertirse así en el centro de la atención familiar. Pero debes tener cuidado. Puede ocurrir que el niño se queje de algún problema físico o psicológico real, y no le des la debida importancia porque piensas que lo hace sólo para llamar la atención.
  • Resentimiento. A menudo los niños sanos deben tomar responsabilidades en el hogar, que el hermano enfermo no puede asumir. Muchos resienten esas obligaciones adicionales… y a la vez se sienten culpables por ese resentimiento.
  • Rabietas (berrinches) o explosiones de mal humor. Ocurre en los niños pequeños, lo mismo en el hogar que en la escuela o en la consulta del médico. Esta conducta inapropiada es por lo general una manera de llamar la atención.
  • Vergüenza. La sienten cuando los extraños miran con curiosidad al hermano(a), o cuando otros niños se burlan de él o ella porque luce, actúa o habla de modo diferente.

Estrategias para lidiar con los niños sanos.

  • Infórmales a los niños lo más pronto que sea posible, y del modo más completo que puedas, sobre la enfermedad de su hermano(a). Eso los ayuda a combatir los temores, la ansiedad y el aislamiento, que muchas veces se deben en gran medida a la falta de conocimiento de lo que ocurre a su alrededor.
  • Explícales que la atención que le dedicas al niño enfermo no es un tratamiento preferencial hacia él, y que si ellos se enfermaran, les ofrecerías la misma atención.
  • Establece una comunicación abierta y franca con ellos. Contesta a todas sus preguntas, atiende a sus preocupaciones y explícales los cambios que puedan surgir en el estado del hermano enfermo y de la vida familiar.
  • Pídeles ayuda para atender a las necesidades del hermano enfermo. Verás que se sienten orgullosos de poder ayudarte.
  • Anímalos a que participen en eventos de grupo con otros niños que tengan hermanos afectados por enfermedades crónicas.
  • Esfuérzate por estar a veces a solas con ellos. Mantén un equilibrio entre las necesidades del niño enfermo y las de los niños sanos, dedícale a cada uno tiempo de calidad y hazles sentir a todos lo importantes que son para ti.
  • Si es necesario, llévalos a un psicólogo. Tal vez necesiten algún tipo de terapia para aprender a lidiar con la situación.
  • Cada cierto tiempo, evalúa tus metas en relación con el niño enfermo y el resto de la familia. Insiste en que los niños den su opinión y participen en la toma de decisiones, especialmente si los afecta a ellos.
  • No dudes en pedir y recibir ayuda, ya sea de otros miembros de la familia, de tus amigos y de tu comunidad religiosa, para que dispongas de algún tiempo para tu cuidado personal y para que te distraigas. Un padre o una madre agotados o abrumados por el estrés necesitan más que nunca unas horas de esparcimiento para poder atender adecuadamente a los demás. Tampoco descuides tu salud: recuerda que otros dependen de tu fortaleza y de tu buena condición física. Cuidarte tú no es un acto de egoísmo, sino de amor.

No hay una técnica “correcta” o “equivocada” de lidiar con el problema, ya que hay muchos factores involucrados, como el tipo de enfermedad del niño, el curso que siga y los recursos con que cuentes. Pero la lucha de una familia ante una enfermedad crónica, y sus esfuerzos por superar el temor y la desesperación, hacen que desarrollen una resistencia, una creatividad y un vínculo muy estrecho, que no siempre existen en las familias que no tienen niños con enfermedades crónicas.

Y a pesar de los problemas que se presentan, muchas veces los niños con enfermedades crónicas ejercen un efecto positivo sobre sus hermanos. Si sabes manejar la situación, lograrás que tus hijos tengan más empatía, paciencia y tolerancia con las demás personas, y un mayor sentido del amor y de la justicia. El vivir con un hermano enfermo los hace más comprensivos ante las desventajas que pueden enfrentar los demás. Además, como la enfermedad de un familiar tan allegado hace que maduren con rapidez, suelen tener más facilidad de palabra y una mejor interacción con los adultos que otros niños de su edad.

Y ten fe. La familia es el núcleo más importante para el ser humano, en cualquier etapa de la vida. A pesar de una condición crónica de uno de sus miembros, tu familia puede hacerse más fuerte y más unida.

Imágen © iStockphoto.com / BanksPhotos

 

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