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Existen muchos mitos acerca de las vacunas y los niños. El primero de ellos es que las vacunas no son necesarias. Esto me parece muy grave, puesto que las vacunas ofrecen protección a los niños contra una serie de enfermedades serias y potencialmente mortales, como la difteria, la poliomelitis (el polio), la meningitis, la tosferina y el tétano o tétanos, por nombrar algunas. Si no vacunas a tu hijo, corre el riesgo de que contraiga estas enfermedades perfectamente prevenibles.

Otra de las ideas o mitos que existen sobre las vacunas es que causan efectos secundarios peligrosos. Te aclaro: cualquier vacuna podría causar efectos secundarios. Sin embargo, por lo general, son leves (fiebre baja, inflamación en el sitio en donde se aplicó la inyección o dolor de cabeza). Es rarísimo que un niño desarrolle una alergia o una convulsión después de ser vacunado. Si bien estos efectos pueden ser motivo de preocupación, los efectos benéficos de las vacunas son mucho más considerables que los negativos, puesto que previenen enfermedades serias, algunas pueden ser mortales.

Y si tu hijo es alérgico a ciertos componentes de la vacuna o no responde bien a ellas, piensa de esta manera: la única manera de que siga sano es que los demás niños sean vacunados.

Otra de las preocupaciones que existen es que las vacunas puedan causar autismo. Estudio tras estudio ha comprobado que esto no es cierto. Además, se probó que el estudio inglés que originalmente le dio impuso a esta preocupación había sido falsificado.  A pesar de esto, el chisme sigue circulando por internet y ha convencido a suficientes padres que ahora han resurgido varias enfermedades potencialmente mortales que ya se habían controlado (come el brote de sarampión que recientemente comenzó en Disneyland). Aquí tienes la verdad: no se ha encontrado una relación entre el autismo y las vacunas.

Si te preocupa que tu hijo reciba vacunas porque es muy chiquito, piensa dos veces. Las vacunas se deben empezar de acuerdo a las indicaciones de la Asociación Americana de Pediatría y la Organización Mundial de la Salud, en muchas ocasiones poco tiempo después del nacimiento, es cuando las necesita. De esta forma estará protegido desde que es pequeñito, cuando su cuerpo no tiene la madurez para defenderse y está más vulnerable y es más riesgoso que lo ataquen los virus y las bacterias que causan esas enfermedades que puedan terminar en complicaciones. Si pospones las vacunas, puede que sea muy tarde.

Si tienes más dudas sobre una vacuna en particular, consulta con tu médico sobre todas tus inquietudes. Pero recuerda que las vacunas ofrecen muchos más beneficios que complicaciones. No dejes a tu hijo – y al resto de la humanidad – expuesto a enfermedades que se pueden prevenir.

 

Imagen © iStock / edgardr

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