Skip to main content

Todos queremos vivir tantos años como sea posible. Y si nuestros deseos pudieran cumplirse, quisiéramos envejecer con independencia física y mente lúcida. Muchos lo logran, pero muchos otros sufren un enorme y progresivo deterioro mental que, en última instancia, conlleva a la pérdida total de la identidad y la memoria e incluso, de las facultades físicas más elementales. Es importante diferenciar entre el simple envejecimiento y la demencia. ¿Cómo puedes saber cuál es cuál? Encuentra aquí las señales para que puedas identificarla.

Con seguridad conoces a alguna persona de la tercera edad que tiene la mente perfectamente clara, a quien no se le olvidan ni los cumpleaños de la familia, ni las historias y las anécdotas de toda una vida, ni las visitas al médico ni el horario de las medicinas. ¡Qué envidia! Quizás es tu padre, tu tío o la abuela. Y qué bueno que así sea. No todas las personas de la tercera edad tienen la misma suerte.

Aunque es perfectamente normal ir perdiendo concentración y memoria con el paso de los años como parte del proceso normal de envejecimiento, del mismo modo, en algunas personas es posible desarrollar un tipo de desgaste más profundo y marcado, como la demencia senil, caracterizada por la pérdida y deterioro progresivos de funciones mentales como la memoria, el conocimiento, el lenguaje y la percepción, al punto de que llegue a interferir seriamente con las actividades de la vida diaria y que llegue a culminar en el olvido total de uno mismo y en la pérdida de todas las facultades físicas.

Es difícil determinar cuándo el simple deterioro cognitivo leve se transforma en algo más destructivo e irreversible como la enfermedad de Alzheimer u otro tipo de demencia, como la demencia con cuerpos de Lewy. Salvo en casos aislados, casi siempre se presenta después de los sesenta, así que es importante empezar a observar a los adultos de la familia mayores de esa edad (abuelos, padres, tíos, o incluso, el propio cónyuge) para detectar las primeras señales de la misma.

Entre los primeros síntomas de la demencia se encuentran:

1. A la persona se le hace difícil realizar tareas que impliquen concentración y razonamiento y que antes llevaba a cabo sin problemas (balancear una chequera o hacer los pagos del hogar o tomar decisiones).

2. Se pierde en lugares conocidos o se desorienta en rutas que utiliza regularmente.

3. Tiene dificultad con el lenguaje, como encontrar el nombre adecuado para objetos de uso corriente, o para recordar nombres o palabras.

4. Pierde interés en actividades que disfrutaba anteriormente.

5. Tiene cambios de personalidad y de humor así como apatía y pérdida de interés general ante la vida.

El primer paso que debe tomar la familia es consultar con un especialista (neurólogo). Si se confirma que la persona padece de demencia, es necesario comenzar cuanto antes un tratamiento que mejore los síntomas y retrase, en lo posible, su avance, generalmente a base de medicamentos como Exelon y ciertos inhibidores de colinesterasa. El segundo paso consiste en proporcionar el grado de apoyo y cuidado que necesite el paciente según vaya progresando la enfermedad: desde supervisión de la toma de sus medicamentos hasta compañía, para evitar que se pierda incluso en los sitios que visita con más frecuencia. En un entorno familiar en el que se sienta seguro y protegido y con una rutina predecible, podrá superar las primeras etapas de la demencia.

Desafortunadamente, la demencia empeora progresivamente. Los síntomas comenzarán a agravarse y serán más obvios hasta el punto que impidan que la persona pueda valerse por sí misma. Entre las señales de esta nueva etapa están las siguientes:

  • Cambia sus patrones de sueño. Es posible que se despierte varias veces durante la noche.
  • Se le dificulta cada vez más llevar a cabo tareas básicas como preparar las comidas, escoger la ropa y vestirse o conducir.
  • Se le olvidan detalles de su historia familiar o incluso de su propia vida y va perdiendo conciencia de sí mismo y de los eventos a su alrededor.
  • Podría tener alucinaciones y conducta agresiva.
  • Podría sentirse agitado, ansioso y/o deprimido.
  • Podría perder la capacidad de detectar y reconocer situaciones peligrosas.
  • Habla en oraciones que no tienen sentido, usa incorrectamente palabras o las pronuncia incorrectamente.
  • Se retrae de su entorno social y familiar.

En su etapa más avanzada, la persona necesitará mucha más ayuda, incluso para actividades tan básicas como comer y evacuar. Puede que llegue el momento en que su cuidado requiera el traslado a un centro especializado porque ya la familia no es capaz de cuidarlo eficientemente.

La demencia es una de las enfermedades más difíciles de enfrentar, tanto por el enfermo como por la familia, ya que implica la pérdida gradual de la personalidad. Es triste que personas queridas no nos reconozcan. Más difícil aún es olvidarse de quien es uno mismo, o sentirse solo, abandonado aún rodeado de personas allegadas, incluso el propio cónyuge.

Lo que sí está en tus manos es identificar las señales para buscar ayuda lo antes posible. No des por sentado que se trata de los cambios que vienen con la edad. Si tienes sospechas que podría tratarse de demencia, busca ayuda profesional para determinar si se es el caso o no. Y siempre, bríndale compañía, amor y respeto a la persona que la padezca en todo momento.

 

Copyright © 2016 Vida y Salud Media Group. Todos los Derechos Reservados.
Imagen: ©Shutterstock / Lucky Business

Comentarios de nuestra comunidad