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El 18 de febrero se conmemora el “Día Internacional del Síndrome de Asperger”, fecha que coincide con el natalicio de Hans Asperger, pediatra austriaco quien, en el año 1944, describió por primera vez el síndrome. La fecha busca crear conciencia en la población sobre las capacidades de aprendizaje y trabajo en las personas con este trastorno, a fin de fomentar su inclusión en la sociedad.

En el artículo anterior hablamos sobre lo que es el síndrome de Asperger y cómo se presenta. En éste continuaremos hablando del tema, sus rasgos y tratamiento.

¿Qué rasgos identifican a una persona con síndrome de Asperger?

Estos son algunos de los rasgos que presentan las personas con síndrome de Asperger:

  • Tiene dificultad para entender la comunicación no verbal (gestos, expresiones faciales, tono de voz, etc.) y los mensajes sutiles que se transmiten a través de este canal.
  • Puede hablar durante mucho tiempo de sus temas de interés, pero tiene dificultad para saber cuándo terminar la conversación.
  • Le cuesta elegir temas de los que “hablar por hablar” o tener una charla “social” con otras personas.
  • Es muy literal; comprende el lenguaje según el significado exacto de las palabras por lo que muchas veces no entiende las bromas, los chistes, las metáforas o los sarcasmos.
  • Su expresión verbal es correcta pero, a veces, utiliza el lenguaje de manera muy formal, siendo demasiado preciso, técnico e incluso pedante.

¿Conocemos el origen de estos trastornos?

Actualmente, se desconoce que está detrás del origen de los trastornos del espectro autista, incluyendo entre ellos el síndrome de Asperger. Aunque los expertos inciden en que es posible que sea una conjunción de diversas causas lo que explique el hecho de que se desarrollen estos trastornos. “Se sabe que hay una base genética, porque si una familia tiene un hijo con autismo, la probabilidad de que un segundo lo tenga es del 20 %, mientras que la probabilidad en la población general es del 1 %”, comenta el Dr. Canal.

Pero esta no es la única explicación, según el experto. “Puede que haya familias en las que un niño nace de manera prematura y no tiene familiares con autismo. Sin embargo, en ellos la probabilidad de tener TEA puede llegar al 14 %. Aunque claro, depende también del grado de prematuridad. Es decir, a mayor prematuridad, mayor riesgo de trastorno del neurodesarrollo y trastorno autista. Entonces, eso ya no es un factor genético, sino ambiental. Ambos tipos de factores influyen. Es la suma de todos ellos”.

Por otra parte, cuando se han hecho estudios genéticos en poblaciones grandes, se han encontrado alteraciones muy sutiles en algunos genes que llegan a poder explicar más o menos un 25 % de los casos que tienen autismo. “Y ojo, eso no quiere decir que no lo haya, sino que no tenemos medios para reconocerlo”, puntualiza el catedrático.

¿Existe algún tratamiento?

Ahora se está haciendo un esfuerzo muy grande en desarrollar fármacos específicos para el autismo, pero no hay ninguno concreto de uso generalizado. “Es cierto que algunos pueden ayudar a mejorar el comportamiento, a reducir la inflexibilidad o la irritabilidad en los casos en los que esas dimensiones están en posiciones muy extremas”, comenta el Dr. Canal.

Por el contrario, no hay ningún fármaco que sirva para el autismo en sí. Los tratamientos que existen son transdiagnósticos. “Es decir, un niño tiene una configuración de determinadas dimensiones, necesitará tanto de logopedia porque el lenguaje está afectado, tanto de funcionamiento cognitivo para mejorar su capacidad de funcionamiento y comprensión, tanto para mejorar su regulación emocional y tanto para desarrollar sus habilidades adaptativas de la vida. Los tratamientos se dirigen a las características de cada persona, no hay uno para el TEA en general porque cada persona con autismo es única, aunque sea cierto que a la mayoría les ayudan los apoyos visuales, una estructuración del entorno sencilla o unas rutinas de funcionamiento más o menos estables. Pero insisto, eso es general”.

¿Cómo ayudar a una persona con síndrome de Asperger?

Estos son algunos consejos que ofrecen los expertos para ayudar a las personas con este síndrome:

  • Reflexiona sobre los desafíos sociales que afrontas todos los días e intenta ponerte en el lugar de una persona que genuinamente no los comprende ni sabe cómo afrontarlos.
  • Trata de empatizar con su experiencia y procura comprenderla, aunque a veces sea muy distinta a lo “convencional”.
  • Interésate por conocer bien a la persona, sus gustos e intereses, sus puntos fuertes y débiles, y las cosas que son importantes para ella.
  • Será necesario que hagas explícitos algunos conceptos que para la mayor parte de las personas son obvios, especialmente relativas a las relaciones sociales.
  • Utiliza un lenguaje directo y concreto, sin ambigüedades o dobles sentidos. Esto hará que la comunicación sea más sencilla y satisfactoria para la persona.
  • Comprende que sus comportamientos no son caprichosos o intencionados. Reflejan una manera distinta de comprender y desenvolverse en el mundo.
  • Comprende la importancia de sus rutinas y “rigideces”. Son elementos importantes que le proporcionan seguridad. Puedes ayudar a flexibilizarlas sin imponer tu manera de ver las cosas.
  • Pregúntale cuál es la mejor manera de apoyarle. Él o ella te sabrá explicar cuáles son sus puntos fuertes y débiles y cómo prefiere que le ayudes.

 

Por Miguel Ramudo
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