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El SIDA, o síndrome de inmunodeficiencia adquirida es el nombre que se le da a toda una serie de enfermedades y síntomas que se pueden desarrollar cuando uno es infectado por el virus de inmunodeficiencia humana, o VIH. Este virus debilita el sistema inmunológico, que es el que protege al cuerpo contra las bacterias, los virus y otros gérmenes.

Al principio, la infección por el VIH no presenta síntomas o presenta síntomas parecidos a la gripe (el flu). Más adelante pueden presentarse la meningitis, ganglios inflamados, problemas en la piel, úlceras en la boca, herpes recurrentes, diarrea, fiebre, pérdida de peso, fatiga, dolores musculares y en las articulaciones y la tuberculosis. Finalmente, se desarrolla el SIDA. Años atrás, este diagnóstico era mortal. Ahora es una enfermedad crónica tratable.

Las dos formas más comunes de contagiarse son el tener relaciones sexuales con una persona infectada, o compartir agujas, si uno es usuario de drogas ilegales inyectadas.

La mejor forma de evitar el contagio es la práctica del sexo seguro (con condón) o con un solo compañero o compañera que no esté infectado/a y que se comprometa a sólo tener relaciones contigo, y evitar el uso de drogas intravenosas o, al menos, no compartir las agujas.

Si eres sexualmente activo/a, vale la pena hacerte la prueba del VIH. Esta es indispensable para las mujeres embarazadas, para reducir el riesgo de infectar a sus bebés.

 

Imagen © iStock / PeterHermesFurian

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