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Observa a tus hijo/as: ¿Comen poco o demasiado, corren al baño después de cada comida  y hacen demasiado ejercicio? Quizás debas observar con más cuidado. Unas estadísticas recientes demuestran que los trastornos alimenticios como la bulimia y la anorexia están incrementando entre los adolescentes y los niños, tanto en los varones como en las mujeres. Pero los trastornos alimenticios no sólo son los que los hacen ver más delgados: la obesidad también está aumentando y también se considera un desorden de la alimentación.

Tan solo bastó un chiste aparentemente inofensivo respecto a su cuerpo, por parte del chico que le gustaba, para que Lucila comenzara a obsesionarse por esos supuestos kilos (o libras) de más que, en realidad, ni siquiera existían, ya que su peso era normal. Se enteró de que una amiga del colegio contaba las calorías de los alimentos que consumía y que así había logrado bajar de peso y mantenerse, y no dudó en conseguir también su propia tabla de calorías para ponerse en acción.

Al poco tiempo, Lucila comía tan pocas calorías que había adelgazado varios kilos y no sólo estaba delgada sino también débil y enferma. No obstante, ella se seguía viendo “gordita” y esa idea quedó instalada en su cabeza durante muchos años. Tuvo que someterse a varios tratamientos y aprender mucho sobre cómo alimentarse de manera sana, para poder mantener un peso adecuado y una buena salud.

Lo que le ocurrió a Lucila durante su adolescencia se conoce como Anorexia Nerviosa. Se trata de un trastorno alimenticio en el cual la persona comienza a comer cada vez menos ya que se ve y se siente con sobrepeso. El dejar de comer puede generar diferentes problemas de salud, en algunos casos muy graves: puede causar daño a órganos vitales como el corazón y el cerebro; el pelo, las uñas y los huesos se pueden volver quebradizos; la piel puede volverse seca y a veces amarilla; y, en el caso de las mujeres, los períodos menstruales pueden volverse irregulares o interrumpirse.

Un caso diferente fue el de su compañera de curso Nicole, que solía comer en exceso todo lo que le apetecía: golosinas, helados, comida chatarra… Lucila la envidiaba por eso –cómo no iba a hacerlo, si ella no comía nada-; pero un día se dio cuenta de que cada vez que Nicole terminaba de comer corría al baño acelerada. Aunque nadie lo supiera, Nicole se encerraba para provocarse el vómito y así eliminar las calorías de más que había ingerido. Luego, se sometía a intensas sesiones de ejercicios aérobicos, que podían durar varias horas por día.

En el caso de Nicole, si bien no estaba ni débil ni tan delgada y en apariencia su cuerpo estaba bien, también escondía otro de los trastornos alimenticios más comunes en las jóvenes y las adolescentes, que se conoce como bulimia nerviosa. Este trastorno alimenticio es igualmente perjudicial ya que vomitar de manera continua puede causar pérdidas importantes de minerales, arritmias cardíacas (latidos irregulares del corazón) que ponen en peligro la vida, causan problemas en los dientes e inflamación de la garganta. Además, los períodos menstruales también pueden volverse irregulares.

Los casos como los de Lucila y Nicole son cada vez más comunes entre las jóvenes y las adolescentes, y no sólo en mujeres. Si bien es cierto que por el momento estos trastornos alimenticios suelen darse más en ellas, también han comenzado a ser cosa de los hombres, que ya representan hasta el 10% de los casos registrados.

La edad en que se presentan estos trastornos también se está expandiendo y hoy es preocupante la cantidad de niñas que también comienzan a sufrir trastornos alimenticios. Según un estudio desarrollado por el Agency for Healthcare Research and Quality , la cantidad de casos de niños y niñas menores de 12 años que requirieron hospitalización por complicaciones derivadas de desórdenes alimenticios se ha incrementado un 119% de 1999 a 2006.

Paralelamente, los especialistas indican que así como se han incrementado los casos de niños y adolescentes con trastornos alimenticios, también ha crecido la obesidad infantil. El comer demasiado y mal, es también un reflejo de un problema emocional. Sin duda, ambos problemas son preocupantes y deben ser debidamente tratados para evitar trastornos graves.

La mejor forma de lograrlo es que tú también te asesores sobre cuáles son los buenos hábitos alimenticios y comiences a promoverlos en tu familia. Hay muchas formas, incluso divertidas, de descubrir nuevos sabores y compartir la mesa con tus hijos.

Te aconsejo que te mantengas alerta y vigiles de cerca qué, cómo y cuándo comen tus hijos/as adolescentes, para que si hay alguna señal que te inquiete, puedas tomar medidas al respecto.

Imágen © iStockphoto.com / Tomaz Levstek

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