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Si tienes alguna enfermedad del corazón o estás en alto riesgo de sufrir un infarto o un accidente cerebrovascular (ACV), es probable que tu médico te recomiende que tomes anticoagulantes. En Vida y Salud te contamos qué son y cómo funcionan, para que estés bien informado antes de tomarlos.

No hay que ser un científico para entender un poco cuál es la función de los anticoagulantes, pues su mismo nombre lo dice… “anti-coagulante”. Es decir, este tipo de medicamentos se encarga de evitar que se formen coágulos o pequeños grumos en tu sangre. Así, evita que se obstruya alguna arteria o alguna vena y disminuye el riesgo de puedas desarrollar un ataque al corazón o un accidente cerebral o apoplejía (cuando un coágulo tapa un vaso sanguíneo que irriga tu cerebro).

También se les suele llamar diluyentes de la sangre, aunque este nombre puede ser confuso pues realmente no diluyen la sangre, sino que evitan que se coagule. Esta es una aclaración importante, pues el tomar un anticoagulantes no quiere decir que los coágulos que ya se encuentran en tu sangre se van a diluir o a deshacer. Estos medicamentos sólo se encargan de evitar que se formen nuevos coágulos.

Existen dos tipos de anticoagulantes. Los primeros se conocen sencillamente como anticoagulantes, y mediante reacciones químicas hacen que tu sangre tarde más tiempo en formar coágulos. Entre los más conocidos en Estados Unidos están: el dicumarol, la warfarina (Coumadin) y el anisinidione (Miradon).

¿Alguna vez has escuchado que alguien toma aspirina para el corazón? Pues ese es el segundo tipo de anticoagulantes, también conocido como medicinas anti-plaquetarias. Éstas se encargan de evitar que las plaquetas (unas células que se encuentran en tu sangre) se agrupen para formar coágulos.

Pero el hecho de que ayuden a evitar los infartos o las apoplejías no quiere decir que cualquiera debe tomar anticoagulantes. ¡Ten cuidado! Estos medicamentos sólo se deben tomar cuando te los ha recetado tu médico o tu cardiólogo y deben tomarse de acuerdo con las indicaciones que él o ella te de.

Los anticoagulantes se recetan generalmente para las personas que tienen una enfermedad del corazón como fibrilación auricular, flebitis o que tienen ciertos defectos congénitos (de nacimiento). Así como para las personas que tienen un alto riesgo de sufrir del corazón porque son obesos o han tenido una cirugía de las válvulas del corazón, por ejemplo.

¿Cuánto debes tomar? Para definir cuál es la dosis que necesitas, el cardiólogo te realizará un examen de sangre para evaluar el nivel de coagulación y así definir cuánto diluyente necesitas. Y deberás realizarte chequeos regulares para revisar que la dosis siga siendo la adecuada de acuerdo a tus necesidades que podrían variar. Si la dosis no es suficiente no estarás recibiendo el beneficio, si la dosis es elevada podrías tener una hemorragia. Es importante que el la dosis esté en el nivel terapéutico que te va a proporcionar lo que necesitas con el menor riesgo.

Si tu médico te recomendó que empezaras a tomar anticoagulantes, ten en cuenta que también debes tener varias precauciones. Por ejemplo, no es recomendable tomarlos en combinación con ciertos medicamentos, suplementos o hierbas pues pueden alterar su efecto. Tampoco es recomendable tomarlos cuando has pasado o pasarás por un procedimiento médico (una cirugía), pues al diluir tu sangre pueden provocarte una hemorragia. Incluso, si tienes períodos menstruales muy fuertes o haces deportes en los que corres el riesgo de golpearte fácilmente, no es recomendable tomar anticoagulantes por la misma razón.

Y las precauciones no paran ahí. En la mayoría de los casos, tu médico te indicará algunos cambios en tu dieta, especialmente para evitar los alimentos que tienen vitamina K (hígado, pescado, espinaca, coliflor, brócoli) pues reducen el efecto del medicamento o te recomendará que no varíes tu dieta. Además, tampoco debes fumar ni beber licor mientras tomas anticoagulantes. El alcohol aumenta el efecto del anticoagulante.

Los anticoagulantes pueden ser muy positivos para tu salud, pero deben tomarse en serio. Porque con la sangre no se juega, pues es nuestro líquido vital y debemos protegerla al máximo.

 

Ultima revisión: 2019

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Imagen © Shutterstock / Ocskay Mark

 

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