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Los medicamentos para el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) alivian los síntomas de esa enfermedad, como irritabilidad, ansiedad o dificultad para mantenerse tranquilos. Pero podrían provocar efectos secundarios, que pueden ser leves o bastante serios. Afortunadamente, hay modos de controlarlos.

Cuando Marta vio los efectos del tratamiento para el TDAH en su hijo de 6 años pensó que había sido peor el remedio que la enfermedad: el niño no quería comer y para colmo, comenzó a tener un tic nervioso que lo hacía sentir ridículo ante sus compañeritos de escuela. Si antes el problema en el aula era la falta de concentración y el movimiento continuo, ahora el niño se sentía avergonzado e infeliz. Ya el doctor le había advertido de posibles efectos secundarios, pero aún así, Marta volvió a consultarle. El doctor trató de calmar sus dudas con las siguientes razones:

  • Los tratamientos disponibles actualmente ofrecen buenos resultados, pero hay que enfrentar también los posibles efectos secundarios.
  • La mayoría de estos efectos son leves y duran solamente un tiempo.
  • Para reducir los más severos, los médicos comienzan con dosis más bajas de medicamento, ajustándolas y graduándolas progresivamente.
  • También le ofreció una guía para aliviar los síntomas más severos que compartimos contigo más adelante.

¿ Te resultan familiares el caso de Marta y su hijo? Miles de niños y sus familias tienen que lidiar a diario con el tratamiento y el manejo del TDAH. Quizá le esté pasando lo mismo a tu hijo.  Incluso con las dosis más bajas, puede estar sufriendo algunos efectos secundarios. Aunque los más ligeros suelen desaparecer por sí solos, debes hablar con el médico si los notas en tu hijo. Si duran más de un mes, es importante que el médico lo sepa y tome medidas.

Los efectos secundarios dependen del tipo de medicamento. Hay dos tipos principales para tratar el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH): estimulantes y no estimulantes. Los estimulantes incluyen los de metilfenidato  (como Concerta, Focalin, Metadate ER, Ritalin), y los de anfetaminas (como Adderall, Adderall XR). Entre los no estimulantes está la atomoxetina (Strattera), un antidepresivo y un ansiolítico.

Los medicamentos estimulantes son los más conocidos y más usados, y entre el 70 y el 80% de los niños reaccionan a ellos de manera positiva. Algunos efectos secundarios de estos medicamentos son la falta de apetito, problemas con el crecimiento, irritabilidad, alteración de la conducta hasta el punto de que el niño no puede expresar sus emociones. También pueden desarrollar tics (pestañear en exceso, hacer muecas, ladear la cabeza), aunque muchas veces estos tics son producto de la enfermedad, y el medicamento solamente los empeora.

Algunos niños, sin embargo, no reaccionan bien a los medicamentos estimulantes, y responden mejor a los no estimulantes. Estos pueden provocar falta de apetito, problemas estomacales, náuseas y somnolencia, pero esos síntomas suelen desaparecer después del primer mes de tratamiento. Aunque raros, hay otros efectos secundarios más serios. Uno es su potencial para elevar las enzimas del hígado y para causarle daño a este órgano tan importante. También puede acelerarse ligeramente el pulso del niño y aumentar su presión arterial, así como provocarle depresión y pensamientos suicidas, aunque esos casos son muy raros.

Aunque es importante consultar con el médico si notas cualquier efecto secundario de los medicamentos que toma tu hijo, hay algunos consejos que te ayudan a aliviarlos:

  • Falta de apetito. Si el niño se siente inapetente después de tomar el medicamento, dale la dosis después del desayuno. Como probablemente no tenga apetito a la hora del almuerzo, compensa con una buena cena por la noche. Y ten siempre a mano bocadillos nutritivos de bajas calorías. Si la inapetencia se prolonga, tal vez el médico decida rebajar las dosis o suspender el medicamento los fines de semana.
  • Dolores o molestias estomacales. Para evitarlos, nunca le des al niño el medicamento con el estómago vacío.
  • Dificultad para dormir. Fija una rutina a la hora de dormir, que incluya actividades relajantes, como la lectura o el baño. Si aun así el niño no duerme bien, pregúntale al médico si puede tomar el medicamento más temprano, reducir la dosis o suspender la dosis de la tarde para que duerma bien cuando se acueste.
  • Somnolencia por el día. Pregúntale al medico si puedes darle el medicamento a la hora de dormir y no por la mañana, o tal vez rebajar la dosis.
  • Efecto de rebote. Si el efecto del medicamento se termina por la tarde o por la noche, algunos niños presentan síntomas aun mayores del TDAH. Para evitarlo, pídele al médico que use un medicamento de mayor duración, o pregúntale si puede tomar dosis pequeñas de un estimulante de acción rápida más tarde en el día.
  • Cambios en el estado de ánimo. Vigila al niño. Si notas cambios como incapacidad de expresarse emocionalmente o pensamientos suicidas, suspende inmediatamente el medicamento y avisa al médico.
  • Problemas cardíacos. Aunque raros, ha habido casos de problemas cardíacos serios debido a medicamentos para el TDAH. Por eso es esencial hablarle al médico de cualquier antecedente  de enfermedades cardíacas en la familia, si es necesario, hacer las pruebas y estar atento a cualquier síntoma que se presente.
  • Daños hepáticos. El médico debe hacerle al niño exámenes periódicos de sangre y las pruebas necesarias para determinar si están bien las enzimas del hígado.

Ante cualquier duda, consulta con el médico. No cambies las dosis tú misma ni dejes de darle el medicamento al niño sin consentimiento del doctor. Ya verás que probablemente con perseverancia y paciencia, los efectos secundarios irán desapareciendo y el niño y tú podrán enfrentar mejor el reto del el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH).

 

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Imagen: ©Shutterstock / Suzanne Tucker

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