Los accidente cerebrovascular (ACV) son una de las principales causas de muerte y discapacidad en el mundo. En Estados Unidos, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), alrededor de 795.000 personas sufren accidentes cerebrovasculares, también llamados ictus cada año, lo que lo convierte en una de las emergencias médicas más relevantes del país. Aunque no existe un riesgo cero, sí podemos reducir significativamente la probabilidad de sufrirlo adoptando hábitos saludables y actuando con rapidez ante los primeros signos.

La Dra. Elena Orcajo, médico rehabilitador de la Unidad Avanzada de Neurorrehabilitación del Hospital Universitario Los Madroños de Madrid, en España, recuerda que «el control de la presión arterial, el colesterol y la glucosa en sangre son determinantes para prevenir un ictus, pero estos valores, aun cuando están alterados, no siempre producen síntomas evidentes». Por eso es tan importante mantener constancia en los controles y cumplir los tratamientos médicos.

Qué ocurre en tu cuerpo antes de que aparezca un accidente cerebrovascular

Aunque el accidente cerebrovascular se manifiesta de forma repentina, su riesgo se desarrolla de manera silenciosa durante años. La hipertensión, la diabetes o el colesterol elevado dañan progresivamente los vasos sanguíneos del cerebro sin que la persona note nada. Este deterioro aumenta la probabilidad de sufrir una obstrucción (ictus isquémico) o una hemorragia (ictus hemorrágico).

El desafío es que muchos factores de riesgo no generan síntomas. Medirse la tensión en casa, acudir a revisiones médicas o aprovechar reconocimientos laborales son gestos sencillos que permiten detectar problemas a tiempo. Tal como insiste la Dra. Orcajo, los controles periódicos y el cumplimiento del tratamiento prescrito son clave para evitar complicaciones graves.

Alimentación, actividad física y sueño: los pilares que protegen el cerebro

La prevención del accidente cerebrovascular no se basa en dietas estrictas, sino en hábitos sostenibles. Una alimentación rica en productos frescos —frutas, verduras, legumbres, pescado y aceite de oliva— ayuda a mantener las arterias sanas. Por el contrario, los alimentos ultraprocesados suelen contener sal, azúcares y grasas poco saludables que aumentan el riesgo vascular.

La actividad física regular también es esencial. No se trata de realizar deporte intenso, sino de encontrar una rutina que podamos mantener: caminar, montar en bicicleta, pasear al perro o moverse escuchando un pódcast. La Dra. Orcajo lo resume con humor: «No es lo mismo andar porque ‘nos lo ha dicho el médico’, que salir a caminar cada día con un amigo o registrar más kilómetros que tu vecino en la bici». Dormir alrededor de ocho horas por noche completa un triángulo fundamental para proteger el cerebro.

Actuar rápido ante los primeros síntomas puede salvar tu vida

Las primeras horas son decisivas. Reconocer los signos de alarma y pedir ayuda sin demora puede cambiar por completo el pronóstico. Los síntomas más frecuentes incluyen pérdida repentina de fuerza en un lado del cuerpo, desviación de la boca, dificultad para hablar, pérdida de visión, confusión súbita o mareo intenso. Ante cualquiera de estos signos, no hay que esperar a “ver si se pasa”.

Si la persona está sola, debería llamar al 112 o activar la ayuda mediante comandos de voz, como “Siri” o “Ok Google”. Muchos servicios de emergencia pueden localizar la llamada incluso si hay dificultad para hablar. Lo imprescindible es mantener la calma y no intentar conducir ni desplazarse por cuenta propia.

El i accidente cerebrovascular también afecta a personas jóvenes

Aunque solemos asociarlo a la edad avanzada, cada vez es más frecuente en personas menores de 50 años. Según la Dra. Orcajo, «esto se relaciona, en parte, con hábitos de vida poco saludables como el sedentarismo, el sobrepeso o el consumo de tabaco y alcohol, pero también con factores que pueden pasar desapercibidos y que en un chequeo rutinario dan la cara».

La presión arterial, el colesterol y la glucosa pueden estar alterados sin provocar síntomas, por lo que el riesgo puede pasar inadvertido durante años. Además, en algunos casos, el ictus en personas jóvenes se debe a malformaciones vasculares, trastornos de la coagulación o problemas cardíacos no diagnosticados.

El estrés no causa un accidente cerebrovascular, pero favorece el terreno para que aparezca

El estrés por sí solo no provoca un ictus, pero puede potenciar factores de riesgo como la hipertensión, el insomnio, el aumento del apetito por alimentos poco saludables o un mayor consumo de alcohol o tabaco. Con el tiempo, todo ello afecta al sistema cardiovascular. La Dra. Orcajo lo resume así: «Más que eliminar el estrés, lo importante es aprender a gestionarlo. Hay herramientas como el ejercicio, la respiración, la meditación y, sobre todo, saber decir “basta” y reorganizar nuestras prioridades poniendo la salud en primer lugar».

Preguntas frecuentes

¿Cuáles son los principales factores de riesgo del accidente cerebrovascular?

Hipertensión, colesterol elevado, diabetes, tabaquismo, sedentarismo, obesidad, consumo de alcohol y estrés mal gestionado.

¿Cómo puedo reducir mi riesgo personal?

Con controles periódicos, alimentación saludable, actividad física regular y abandono del tabaco.

¿El accidente cerebrovascular solo afecta a personas mayores?

No. Cada vez se registran más casos en personas jóvenes, especialmente cuando no controlan tensión, glucosa o colesterol.

¿Qué debo hacer si sospecho un accidente cerebrovascular?

Llamar al 112 de inmediato. No esperar ni intentar desplazarse por cuenta propia.

¿Dormir mal aumenta el riesgo de accidente cerebrovascular?

Sí. El insomnio contribuye a la hipertensión y al descontrol metabólico, aumentando el riesgo vascular.

Por Miguel Ramudo
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Imagen: ©Shutterstock / Alexander Raths

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