La leche de vaca ha sido por siglos un alimento fundamental en Europa y Asia durante todas las etapas del crecimiento humano, especialmente durante la transición a la comida sólida. Posteriormente se popularizó en todos los rincones del planeta. Sin embargo, en los últimos años han surgido debates y cuestionamientos en torno a si es idóneo su consumo, si hay una edad límite para su consumo y las diferencias entre los tipos que existen. En este artículo reuniremos algunos mitos y realidades sobre la leche en el crecimiento de los niños, ofreciendo una perspectiva para que puedas decidir informado.
Mito: La leche, de manera natural, tiene un azúcar doble llamado lactosa (compuesto de galactosa y glucosa, siendo la segunda la responsable del sabor dulce). Dado que todos los mamíferos toman leche al nacer, existe en el intestino una proteína que es capaz de liberar la glucosa llamada lactasa. Salvo en los humanos y otros mamíferos domesticados, al terminar el amamantamiento, la lactasa se pierde. En esos casos, como también les sucede a los intolerantes, son las bacterias las que hacen el trabajo y ocurren los efectos conocidos. Para llegar a esas personas también las compañías lácteas adicionan esta proteína en la leche deslactosada. ¿Cuál es el costo? Que en la caja de la leche se libera la glucosa haciéndola dulce en nuestro paladar. Junto a esto recuerda: no es recomendable que los niños tomen cualquier bebida (incluida la leche) endulzada.
Realidad: De acuerdo a la OMS, las grasas saturadas y colesterol de los productos lácteos son una gran desventaja para aconsejar su consumo (que están concentrados en el queso y la mantequilla). Por otro lado, la leche materna, rica en grasas saturadas, debe ser consumida y ser una parte importante de la nutrición de los niños hasta por lo menos los 2 años de vida. Esto porque las grasas saturadas en la primera infancia son la fuente principal de energía y son piezas claves en el desarrollo. Entonces una vez cruzado ese punto, las grasas saturadas y colesterol son obtenidos desde muchas fuentes, por lo que su consumo debe ser regulado. Si lo que se quiere es usar la leche sin las grasas, pero manteniendo los nutrientes que posee, la descremada es la indicada.
Mito: La leche tiene muchos nutrientes beneficiosos para los niños en crecimiento, especialmente el calcio, la vitamina D, una leve cantidad de proteínas, fósforo, vitamina A y B12. No obstante, nada de estos son exclusivos de la leche (puedes revisar otras fuentes haciendo click en los nutrientes mencionados) pero deben ser consumidos. Eso significa que la clave está en la cultura y gustos familiares a la hora de lograr una alimentación saludable. Eso sí, los alimentos fermentados, como los procedentes de la leche, si deben ser consumidos por los grandes aportes nutricionales a la microbiota que ofrecen.
Complejo: Si nos referimos a la presencia de células, anticuerpos u otras proteínas proveniente del animal productor la evidencia muestra que no tienen un efecto en la biología humana, de la misma manera como la carne tampoco lo hace, debido a que tienen como objetivo al animal lactante. Ahora, aunque muy poco común (3 de cada 100 individuos), es posible que alguna de estas proteínas genere alergia. Además, la tecnología alimentaria elimina con la pasteurización todos los microorganismos que posee naturalmente.
Si por moléculas dañinas nos referimos a aquellas que pueden aumentar el riesgo de sobrepeso y caries, efectivamente todo va en las porciones. Además, se verá realmente incrementado si lo que se consume son productos lácteos procesados con azúcares añadidos, saborizantes, espesantes u otros para aumentar su atractivo.
En resumen, la leche puede o no ser una parte valiosa de la dieta de un niño. Efectivamente el efecto nutricional es alto, pero es posible obtenerlo desde otras fuentes: no hay nada exclusivo de la leche fresca. En esa línea, los fermentados no endulzados como el yogurt natural o el kéfir si entregan nutrientes nuevos y que no necesariamente se pueden obtener en otro lugar. La clave está en poner atención a los requerimientos nutricionales de los niños en crecimiento y evitar los alimentos endulzados, con mucha sal y grasas saturadas. Y claro, siempre con la dosis correcta de fibra y ejercicio.
Por Carlos Diego Ibáñez
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