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El ojo es un órgano maravilloso que cuenta con distintas partes que trabajan en conjunto para que puedas ver. Una de ellas es la retina, un tejido situado en la parte posterior del ojo en donde se proyectan las imágenes. La retina puede enfermarse por muchas razones, algunas veces por condiciones heredadas, como el caso de la retinitis pigmentaria, que provoca la pérdida progresiva de la visión e incluso la ceguera. Si no has oído hablar de ella, ahora te puedes informar.

El color, el tamaño o la forma de los ojos no es lo único que se hereda de los padres o de los abuelos. También se heredan algunas condiciones, como es el caso de la retinitis pigmentaria (o pigmentosa) que consiste en una distrofia progresiva de la retina. En realidad, no es una sola, sino un conjunto de condiciones hereditarias (heredadas), que afectan la capacidad de la retina para sentir la luz. Así pueden verse afectadas varios tipos de células de la retina llamadas fotoreceptores: unas en forma de bastoncitos, que tienen como función transmitir la luz sombría y permitir la visión periférica; otras, en forma de cono, situadas en el centro de la retina,  y que transmiten el color y los detalles de las imágenes. Además, se pueden afectar las conexiones entre las células que conforman la retina.

El daño o distrofia que produce esta condición es progresivo y conduce a que se pierda poco a poco la capacidad visual. Las personas afectadas notan primero cierta dificultad con su visión nocturna, seguida de una reducción del campo visual periférico o lateral (conocida como visión de túnel) y en algunas ocasiones, pérdida de la visión central a medida que avanza la enfermedad.

Cada persona desarrolla los síntomas de manera diferente. La progresión también puede variar: unos irán perdiendo visión lentamente, mientras que en otros, el proceso puede ser más acelerado. Pero por lo general, estos son los síntomas más comunes:

  • Dificultad para ver áreas o lugares en donde hay poca la luz (atardeceres, habitaciones poco iluminadas), o en la oscuridad
  • Disminución del campo visual, ya sea en la visión central (o distrofia macular) o la visión lateral o periférica (visión de túnel)
  • Al ir perdiendo la visión central, se dificulta la percepción de los detalles
  • Al ir reduciéndose la visión periférica, la persona tendrá mayor riesgo de caerse y tropezar, al no distinguir escalones o desniveles, o los objetos que están a su alrededor
  • Deslumbramiento ante la luz intensa

Como estos síntomas también se presentan frecuentemente en otras condiciones que afectan al ojo, es importante visitar cuanto antes al oftalmólogo (el médico especializado en la salud de los ojos) para que establezca el diagnóstico. Este especialista realizará las pruebas necesarias para descartar otras causas, entre ellas: un examen de la retina, una prueba de la agudeza visual para medir la habilidad visual a varias distancias, una prueba para determinar la detección de los colores, y/o un ultrasonido del ojo.

Desafortunadamente, no existe hasta el momento un tratamiento efectivo para curar esta condición, pero es posible aliviar los síntomas o retrasar su avance.

El uso de gafas especiales de sol que protejan la retina de los rayos ultravioleta, puede ayudar a conservar la visión por más tiempo.

También se han realizado estudios que sugieren que el tratamiento con antioxidantes, como el palmitato de vitamina A en altas dosis, puede retardar la progresión de la enfermedad, pero este curso de acción puede tener repercusiones negativas en el hígado y hay que realizarlo bajo estricta supervisión médica.  Otros estudios clínicos están explorando el tratamiento con otras sustancias, como el ácido graso omega 3, así como el empleo de microchips dentro de la retina que funcionan como una videocámara microscópica para tratar la ceguera asociada con la retinitis pigmentaria o retinitis pigmentosa y otras condiciones que afectan la visión. Pero estos implantes están todavía en fase de desarrollo y habrá que esperar a que se perfeccionen.

Mientras se encuentra un tratamiento más efectivo, el especialista puede guiar al paciente en la adaptación a la pérdida de la visión y a tratar otras condiciones que puedan empeorarlas, como las cataratas o la inflamación de la retina, que sí se pueden curar.

Si tienes historia familiar de esta condición o comienzas a tener síntomas como los que describimos arriba, acude de inmediato al oftalmólogo para buscar ayuda. La vista es uno de los sentidos más importantes. ¡Pon todo tu empeño en cuidarla y mantenerla!

 

Imagen © iStock / Nurbek Sagynbaev

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